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La "virtus" romana.

2023.11.26 14:02 gsmiga La "virtus" romana.

La virtuosa Lucrecia se quitó la vida en 510 a.C. tras ser violada por Sexto Tarquinio, rey de Roma. El escándalo que se montó fue de tal magnitud, que, entre otras causas, acabó trayendo a la República.
El Decenvirato era 10 varones republicanos encargados de mediar en las disputas entre patricios y plebeyos. El primer Decenvirato, integrado por patricios tenía descontento al pueblo por sus abusos y porque no convocaban elecciones. El presidente del Decenvirato, Apio Claudio Craso, usó su poder para quedarse con la hija de Lucio Virginio, llamada Virginia. Su padre la asesinó a puñaladas para evitar que Apio Claudio se la apropiase. Hubo una sublevación que restauró los valores republicanos.
Las mujeres casadas en Roma debían consagrarse a la reproducción y tolerar que sus maridos se fuesen con prostitutas y amantes que no fuesen casadas. Pero al fín de la República el sexo extramarital comenzó a considerarse muy perjudicial.
El Emperador Augusto intentó restablecer los valores republicanos, pero su hija Julia era una mujer muy promiscua y escandalosa, por lo que se vio obligado a desterrarla a la isla Pandataria.
Tiberio, sucesor de Augusto, se vestía de mujer en Capri, en sus desenfrenadas fiestas. Y Calígula aparecía en los banquetes disfrazado de Venus.
Nerón mató de una patada en el vientre a su mujer, Popea. Se dijo que fue incestuoso con su madre Agripina, a la que mandó matar. Además, en algunos banquetes se envolvía en pieles de animales salvajes y se dedicaba a mutilar los genitales de hombres y mujeres atados a estacas.
Mesalina frecuentaba los burdeles y se ofrecía como puta, por lo que recibió el apelativo de "Reina de las putas imperiales". Plinio el Viejo cuenta que durante una orgía desafió a una prostituta a un "tour de force", a ver quién de las dos se acostaba con más hombres, y ganó Mesalina, que se acostó con 25. El maratón sexual duró 24 horas y hay que señalar que Meslina era la esposa del Emperador Claudio.
El Emperador Heliogábalo, de vida repugnante, según la Historia Augusta..."Tomó lujuria de cada orificio de su cuerpo, enviando agentes en busca de hombres con penes grandes para satisfacer sus pasiones (...) El tamaño del órgano de un hombre a menudo determinaba el cargo que le otorgaba". Este abuso provocó el rechazo del Senado y los pretorianos, y en complot tramado por su abuela, Heliogábalo fue asesinado a los 18 años.
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2023.11.17 14:45 Lazy-League8989 Soy celoso por enojarme por q mi novio va a traer a vivir con el a una chica problemática? sc

Para empezar todo esto es muy reciente y sucedió la noche anterior a cuando escribo. Yo conocí a este chico, Ale, a términos de pandemia en un evento de mi escuela, luego de esto hablamos un tiempo hasta q empezamos a salir, todo en la relación iba bien hasta q me hice amigo de una chica, pongamosle Marta, esta chica causó varios problemas en nuestra relación ya q luego de q nosotros termináramos por q el supuestamente c había aburrido de mi, fui a ahogar mis penas con Marta, pero ella al mismo tiempo fue a contarle todo a Ale, al día siguiente ella y Ale fueron a "confrontarme" diciendo q era un loco y q no me querían cerca, esto me causó una fuerte depresión al hacerme sentir tan desechable. Yo veía a ambos juntos siendo amigos mientras yo sufría constantemente, luego un día estos acabaron con su amistad por una salida donde Marta tuvo un gran problema con la madre de Ale, luego de un tiempo Ale empezó a salir con distintas chicas, cada una con una actitud peor q la otra mientras yo lo miraba desde lejos esperando algún tipo de disculpa, pero no, meses pasaron hasta q yo fui quien decidió hablarle a él. Ale al fin acepto lo más q estaba por deshacerse de mi tan fácil y confiar ciegamente en una chica q apareció de la nada, luego de esto quedamos como amigos hasta q luego del verano y la vuelta a clases volvimos a enamorarnos, pero yo nunca logré superar lo sucedido lo q me creo una gran inseguridad con respecto a lo desechable y reemplazable q soy cosa q me afecta hasta el día de hoy. Con este contexto dado sucede lo de la noche anterior, ambos estabamos hablando tranquilamente de cosas y de su viaje a la capital hasta q me dice por mensaje "oye, recuerdas a Javiera Monsalves?, mi madre dice q vivirá con nosotros ahora", yo al principio quedé impresionado tipo, por lo repentino y la tranquilidad con la q lo dijo, yo le pregunto el por q de esa decisión y el me dice "c escapó de su casa y mi mamá le ofreció quedarse" yo quedo en shock, tipo no sabía como sentirme, una chica q no conozco vivirá con mi novio? Inmediatamente las ganas de llorar aparecieron junto a q c me revolvió el estómago y no le respondí a Ale, mientras le hable a mis amigas para investigar a esta chica, curiosamente mis amigas, unos años mayores q yo, eran compañeras de clase de Javiera, y lo q más c repitió es q ella c metía con cualquiera, es loca, celosa, paranoica y tiene conductas agresivas, como lanzar ladrillos a la casa de su ex, romperle el parabrisas a la tía de una amiga, junto a q ella adora llamar la atención incluso le decía a sus ex novios finjiendo q esta embarazada para q le den esa atención, pudo quedar en un rumor pero ella enviaron fotos y videos junto a ella, por lo tanto mi inseguridad aumento. Al rato le vuelvo a hablar pidiendo más explicaciones y diciendo q fuera de eso me daba lastima la situación de Javiera, a esto el c molesto por q no le conteste, el me dijo q le daba igual el vivir con ella y q yo no confiaba en el y por eso pensaba q me engañaría, a esto yo le explico q va más haya de q si yo confío en el o no, por q hasta ese momento si lo hacía, y q es más por culpa de la inseguridad q el me creo junto con Marta, el se justifica diciendo que la decisión estaba fuera de su poder lo q si, tiene razón en eso, pero no puede evitar el como me siento, Tendría q vivir con la constante de q mi novio viva con una chica de esa clase así sin mas? No lo creo, luego de un tiempo discutiendo, el c mostraba indiferente a mis sentimientos cosa q yo c lo hice notar pero el c justificó con lo mismo, todo estaba fuera de su poder. Al final le conté todo lo q me contaron mis amigas y esta LA DEFENDIÓ diciendo q eran simples rumores, yo le cuestionó el por q la defiende y este me dice q no quiere seguir discutiendo y me dice "es una weona puta, ahora si?", esto colma mi paciencia y le digo q si acaso c estaba burlando de mi con su mierda de respuesta y q prácticamente es como si solo quisiera q me callara de una vez, el c lo toma mal y al final me cambia el tema, yo le contesto seco y me dice q si quiero seguir hablando, yo le digo q no c y q me arden los ojos de tanto llorar, creo q recién ahi c dio cuenta de la gravedad del asunto y empezó a demostrar más empatia, esto calma un poco las cosas y le digo q más q la situación de la chica, lo q más me dolía era su indiferencia con mis sentimientos y el q ni siquiera le importara o pensara en q afectaría nuestra relación, el se disculpa, pero no podía me sentía tan desconectado de todo q luego de pensarlo un poco decidí pedirle un tiempo de la relación o q termináramos de una vez, el acepto el tiempo a regaña dientes y fui a dormir. Así q aquí estoy escribiendo esto tratando de pedir consejo a desconocidos por lo irreal de la situación mientras el está de viaje
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2023.11.15 03:00 No_Consideration3887 Aparte de tu propio club, ¿a qué clubes brasileños respetas y a cuáles odias?

Yo voy a empezar con los equipos que me cai bien de Brasil.
Sao Paulo (El más grande de Sao Paulo sin dudas, campeones de todo ganando al hijo del Real Madrid en el 1992, cogiendo al rossoneri y al Liverpool de gerrard)
Atlético Paranaense (Llegaron lejos a la libertadores perdiendo la final contra Flamengo y tienen dos Sudamericanas encima ganandole al Palmeiras en el Allianz en las semifinales, CHUPA PORCADA HIJO NUESTRO!)
Cruzeiro: Fueron uno de los brasileños que se codeaban con los que poseían mas titulos a escala internacional. El siglo 20 Cruzeiro fue cuadro bastante respetado a nivel local, no tienen poco aunque en la copa de Brasil es el más veces campeón. Es un club con un palmares respetable.
Ahora, aca llegamos a los clubes de brasil que me cai re contra mal
Palmeiras: El equipo más veces campeon de la Serie A de Brasil y tienen 3 Libertadores, pero no tienen un mundial y se fueron 2 veces a la B. EQUIPO CHICO DESCENDIDO Y SIN MUNDIAL!
Corinthians: Mamita. Siempre cuando juegan contra Boca se convierten en el Real Madrid los hijos de re mil puta. tanto la final de 2012 con en octavos el año pasado. Tuvieron un tremendo ojete contra Estudiantes en la sudamericana, pero Fortaleza los bajo de su nube en las semifinales.
Flamengo: Si hay algunos jugadores que me cae mal, sin dudas son David Luiz y el vende humo de Gabigol. El equipo con mas seguidores en las redes sociales sin duda, pero cuándo golean, se ponen muy agrandados especialmente los hinchas y luego le remontan como en octavos contra Olimpia, perdieron la final de copa contra San Pablo,la copa carioca contra el flu, y la recopa contra Independiente del Valle. Toma Gabigol la concha de tu madre! Solo tenes 1 mundial hijos de puta.
Lo que se va venir en los comentarios. Prepárense. 🤙
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2023.11.10 13:22 gsmiga Origen de la palabra "puta".

Puta viene del término latino "Putus", que significaba muchacha o joven, y no tenía aspecto negativo en la antigua Roma. Se usaba para referirse a una mujer joven y soltera.
Naturalmente, las que ejercían el comercio sexual era jóvenes y solteras, y por eso el término se fue degradando con el paso del tiempo. Pasó a ser denominación despectiva hacia mujeres promiscuas o "de vida alegre", que ofrecían sexo a cambio de dinero.
Durante la Edad Moderna el terminacho fue adquiriendo connotaciones peligrosas y la Iglesia denigraba a estas mujeres, calificándolas como "pecadoras", y como una amenaza para el orden social.
Por su parte, la Inquisición juzgaba y castigaba a las prostitutas, obligándolas a confesar su pecado y a denunciar a otras compañeras de profesión. Así se convirtió el término "puta" en un estigma social.
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2023.11.09 03:28 DefiantVillage4498 Soy yo la mala por decir todo lo que siento a mi padre y no perdonarlo?

Hola, soy una chica de 17 años, y técnicamente siento odio y repugnancia hacia mi padre, un hombre de 62 años, es el típico padre controlador y perfeccionista, en los últimos 4 meses yo he estado conociéndome con un chico, de 19 años casi 20, que me pareces súper lindo y cariñoso, antes de que me llenen de comentarios diciéndome que me estoy saltando mucho, quería decirles de nuestra relación/amistad, el y yo ya hemos hablado de todo lo que sentimos del uno hacia el otro, el dijo hace 2 semanas que yo le gustaba y que el espera que yo sea segura de mi misma, me alentó a que comience ir al gimnasio, también a leer libros que lo han ayudado mucho a el, y nunca me ha obligado a hacer algo que yo no quiere, es más el me a querido ayudar económicamente en muchas cosas (lo cual yo rechazo el dinero), conozco a su mamá que se me hace una mujer increíble, súper amable y cariñosa, también conozco a sus hermanas y recientemente le dije a mis padres que yo y el nos estamos conociendo, mi mamá lo acepto muy bien ya que lo conoce a él de años, pero por otro lado mi padre lo tomo muy mal, me empezó a decir que debería concentrarme en mis estudios, lo cual comprendo, pero ya al día siguiente, me comenzó a decir que debería alejarme de él y hasta me prohibió ser amiga de el, a lo cual reaccione y comencé a llorar y lo único que me dijo el es que deje de llorar por que todo lo hace por mi bien, y yo comencé a decirle que si en algún momento el se dió cuenta de todos mis sentimientos o que si alguna vez se dió cuenta que tenía depresión o vio si vio mis autoleciones, que el no es el primero chico que conozco y que antes conocí a dos chico el cual uno fue mi novio y al escuchar eso me comenzó a decir que mientras el se esfozaba, yo me daba la buena vida con esos dos chicos, y entonces yo le dije que no se equivoqué, que técnicamente uno fue a distancia en cuarentena, y el otro solo vacilamos, que si el tenía un poquito de concideracion se daría cuenta de todo y que pasaba se yo dejo de hablar con el y cuando termine absolutamente todos mis estudios y me decida a conocer a un chico y no llegué a conocerlo lo suficiente y sea peor que usted, y el dijo que pasaba si yo queba embarazada que es milagro que una chica no salga embarazada en su primera vez (yo ya no soy ""virgen"") y quedó todo asi, después de todo eso paso como una hora y nos llamó a mis hermanas y a mi a sentarnos frente a el, y comenzó a decir que el estaban tan cansado de todo y de mi mamá, lo cual comenzó a hablar muy mal de ella delante de ella sin remordimiento, que ella era una puerca, una zorra, que siente asco hacia ella y un sin fin de cosas más, y que el ya se iba ir de la casa y que no nos iba a apoyar en absolutamente nada que el ya no quería saber nada de nosotras y así quedaron las cosas, en estos días, el sigue aquí como si no hubiera dicho nada. (Antes de todo quesieras contarle porqñ que siento odio hacia el, el siempre me a tachado de puta y me lo ha dicho, es algo incoherente ya que el piensa que yo aún soy "virgen", yo sufrí de abuso de un primo sobrino de mi padre, y cuando yo porfin me atrevi a decirle a mis padres sobre que este primo me llegó a tocar muchas veces el se atrevió a decir que y era demasiado tarde para hablar y que por qué me lo he guardado mucho tiempo y muchas cosas más que prefiero no contar aún), mi madre y mi chico dicen que to debo perdonar a mi padre apesar de todo y la verdad es que yo no puedo simplemente perdonarlo de la noche a la mañana, se me hace sumamente difícil, que me recomiendan?, la verdad no sé que hacer.
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2023.11.07 19:07 XHDolls Te encuentras a esta prostituta en la calle ¿Cuánto le ofreces por cogertela como la puta que es?

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2023.11.06 14:25 ZookeepergameLess243 Estoy en una relación súper toxica

Hola el dia de ayer sali con mi novia a un parque, todo bien al momento de salir, estabamos en mi casa y antes de ir al parque fuimos a comer pizza, y parecía que estábamos bien, de maravilla, después que llegamos al parque mi novia se enojó porque se me olvidó traer una sabana para acostarnos y empezó a tratarme mal, a decirme: "agh que pereza" y muchas cosas mas, luego yo me enojé y le dije que se fuera pa la puta mierda, luego la perseguí y empezamos a forcejear y la tomé del brazo fuerte, ella empezó a decir que la soltara, pero yo le cogía el brazo mas fuerte, e intente someterla, estuvimos asi casi 10 minutos por toda una cuadra y llegó la policía, me sorprendió porque no me hicieron nada antes me dijeron: "tené cuidado güevon, que uno es hombre y se le va la mano" cuando ellos me estaban requisando ella se fue, después la fuiba buscar y ella que estaba en un árbol escondida, me llamó. Yo le dije que esto estaba muy mal y que debíamos terminar, siempre décimos que debemos terminar, todo lo que hacemos es pelear y culiar, pelear y culiar, ella solo me escuchaba y se quedaba callada, le dije que esto no era normal y mas estando embarazada, ¿cómo ibamos a manejar nuestra relación con un niño? Después de todo el sermón que le eche, empezamos a tener sexo afuera de un supermercado y todo se arregló. Definitivamente se que los dos estamos mal de la cabeza, y soy consciente del problema pero no se porque no me atrevo a dejarla, creo que es por el sexo o creo que no podre tener otro amor
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2023.11.03 12:14 botoxmadrid Hidroxiapatita Cálcica precio [2023]. Relleno facial Madrid y Bilbao.

La belleza y el rejuvenecimiento facial son aspectos importantes para muchas personas que desean mantener una apariencia fresca y juvenil.
Uno de los tratamientos más efectivos y populares en este campo es la hidroxiapatita cálcica, un compuesto que ofrece resultados notables.
En este artículo, exploraremos en detalle qué es la hidroxiapatita cálcica, cómo funciona, sus ventajas y mucho más.
Además, te informaremos sobre la Clínica Génova 10 en Madrid y la Clínica Facial 10 en Bilbao, donde puedes obtener este tratamiento de alta calidad.

Parte 1: ¿Qué es la Hidroxiapatita Cálcica?

La hidroxiapatita cálcica es un compuesto que se utiliza en procedimientos de rejuvenecimiento facial para restaurar el volumen y mejorar la textura de la piel. Se compone de minerales naturales, lo que la hace segura y compatible con el cuerpo humano. A medida que envejecemos, perdemos colágeno y grasa en la cara, lo que puede dar lugar a la aparición de arrugas, líneas de expresión y flacidez. La hidroxiapatita cálcica se utiliza para abordar estos problemas y proporcionar un aspecto más joven y fresco.

TRATAMIENTO CON HIDROXIAPATITA CÁLCICA

El tratamiento con hidroxiapatita cálcica, también conocido como Radiesse, implica la inyección de este compuesto en áreas específicas de la cara que requieren volumen y mejora. Este procedimiento es muy efectivo para rellenar líneas y arrugas, así como para levantar y definir áreas como los pómulos y la mandíbula. La hidroxiapatita cálcica actúa como un andamio debajo de la piel, estimulando la producción de colágeno y promoviendo la regeneración de tejidos.

¿Qué aplicaciones tiene?

La hidroxiapatita cálcica tiene una amplia gama de aplicaciones en el campo del rejuvenecimiento facial. Se utiliza para tratar:
Este tratamiento versátil puede abordar múltiples preocupaciones estéticas en una sola sesión, lo que lo convierte en una opción popular entre quienes desean resultados notables y duraderos.

VENTAJAS DE LA HIDROXIAPATITA CÁLCICA

La hidroxiapatita cálcica ofrece varias ventajas que la hacen destacar entre otros procedimientos de rejuvenecimiento facial:

Durabilidad:

Los resultados del tratamiento con hidroxiapatita cálcica son duraderos y pueden mantenerse durante un año o más. Esto significa que puedes disfrutar de una apariencia rejuvenecida durante mucho tiempo antes de necesitar un retoque.

Estimulación del colágeno:

Este compuesto estimula la producción de colágeno en la piel, lo que mejora su firmeza y elasticidad con el tiempo. A medida que el colágeno se regenera, los resultados del tratamiento se vuelven más notables.

Resultados inmediatos:

A diferencia de algunos otros tratamientos que requieren tiempo para ver los resultados, la hidroxiapatita cálcica ofrece mejoras visibles de inmediato. Esto significa que puedes disfrutar de una apariencia rejuvenecida desde el primer día.

Procedimiento no invasivo:

El tratamiento se realiza mediante inyecciones mínimamente invasivas, lo que significa que no es necesario someterse a una cirugía. Esto reduce el tiempo de recuperación y las molestias postoperatorias.

Compatibilidad:

La hidroxiapatita cálcica está compuesta por minerales naturales, lo que la hace segura y compatible con la piel. Esto minimiza el riesgo de reacciones alérgicas o rechazo.

Sin tiempo de inactividad:

Después del tratamiento, puedes reanudar tus actividades normales de inmediato. No es necesario tomar tiempo libre para recuperarse, lo que hace que este procedimiento sea conveniente para personas ocupadas.

INFORMACIÓN ADICIONAL SOBRE HIDROXIAPATITA CÁLCICA

Hidroxiapatita Cálcica Antes y Después

Si te preguntas cómo se ven los resultados de la hidroxiapatita cálcica, es importante mencionar que la mejora es notable. En las imágenes de antes y después, se puede observar una diferencia significativa en la apariencia de las personas que han recibido este tratamiento. Las arrugas se suavizan, los contornos se definen y la piel adquiere un aspecto más juvenil y fresco.

Equipamiento de alta tecnología: los mejores estándares de calidad

Tanto la Clínica Génova 10 en Madrid como la Clínica Facial 10 en Bilbao cuentan con equipamiento de alta tecnología para realizar tratamientos de hidroxiapatita cálcica de manera precisa y segura. Esto garantiza que los pacientes reciban la atención de la más alta calidad y los resultados deseados.

Profesionales altamente cualificados

En estas clínicas, los tratamientos de hidroxiapatita cálcica son realizados por profesionales altamente cualificados y experimentados en el campo del rejuvenecimiento facial. La experiencia y el conocimiento de estos expertos garantizan procedimientos seguros y resultados satisfactorios.

Tratamiento en Madrid y Bilbao

Tanto si te encuentras en Madrid como en Bilbao, puedes acceder a estos tratamientos de hidroxiapatita cálcica de alta calidad en las clínicas mencionadas. La ubicación conveniente de ambas clínicas te brinda la oportunidad de mejorar tu apariencia sin tener que viajar lejos.

Consulta gratuita

Si estás considerando un tratamiento de hidroxiapatita cálcica, ambas clínicas ofrecen consultas gratuitas. Durante esta consulta, podrás discutir tus objetivos y preocupaciones estéticas con un profesional y obtener recomendaciones personalizadas sobre el mejor enfoque para ti.

Radiesse precio en Madrid y Bilbao

l precio del tratamiento con hidroxiapatita cálcica puede variar según la ubicación y la clínica. Para obtener información precisa sobre los precios en Madrid y Bilbao, te recomendamos que te pongas en contacto con la Clínica Génova 10 y la Clínica Facial 10 a través de sus respectivos enlaces web:

Descripción de RADIESSE 1X1,5ML

Radiesse es el nombre comercial de la hidroxiapatita cálcica utilizada en estos procedimientos. Se presenta en forma de gel que se inyecta en la piel para proporcionar volumen y mejorar la apariencia. La fórmula de 1X1,5ML es una de las opciones disponibles y ofrece resultados notables.

Valoraciones

La satisfacción de los pacientes que han recibido tratamientos de hidroxiapatita cálcica es alta. Las valoraciones y reseñas de quienes han experimentado mejoras significativas en su apariencia respaldan la eficacia de este tratamiento.

Marcas de Radiesse

Radiesse es una marca reconocida y confiable en el campo de la hidroxiapatita cálcica. Esta marca ha demostrado consistentemente ofrecer productos de alta calidad que brindan resultados notables.
Continúa leyendo la Parte 2 de este artículo para obtener información detallada sobre la composición, el funcionamiento, la duración, la seguridad y más de la hidroxiapatita cálcica. Descubre por qué este tratamiento es una excelente opción para rejuvenecer tu apariencia y cómo puedes obtenerlo en la Clínica Génova 10 en Madrid y la Clínica Facial 10 en Bilbao. Además, no te pierdas la sección de preguntas frecuentes al final del artículo, donde responderemos a tus dudas más comunes sobre la hidroxiapatita cálcica y Radiesse.
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Parte 2: ¿De qué está compuesta la Hidroxiapatita Cálcica?

La hidroxiapatita cálcica es un compuesto único que se utiliza en procedimientos de rejuvenecimiento facial. Está compuesta principalmente de hidroxiapatita, que es un mineral natural presente en nuestros huesos y dientes. Esta similitud con los componentes naturales del cuerpo humano hace que la hidroxiapatita cálcica sea segura y bien tolerada por la mayoría de las personas.

¿Cómo actúa en la piel?

Cuando se inyecta en la piel, la hidroxiapatita cálcica actúa de varias maneras para mejorar la apariencia:

¿Cuánto tiempo dura?

La duración de los resultados de la hidroxiapatita cálcica varía según la persona y la zona tratada. En general, los efectos pueden durar de 12 a 18 meses. Esta longevidad se debe en parte a la estimulación del colágeno, que sigue trabajando incluso después de que los efectos inmediatos disminuyan. Es importante recordar que los resultados no son permanentes, por lo que es posible que se requieran retoques periódicos para mantener el aspecto deseado.

¿Cuáles son los beneficios?

La hidroxiapatita cálcica ofrece varios beneficios notables, incluyendo:

¿Cómo se aplica?

El tratamiento con hidroxiapatita cálcica se realiza en la consulta del médico. Primero, se aplica una crema anestésica para minimizar cualquier molestia durante el procedimiento. Luego, se inyecta la hidroxiapatita cálcica en áreas específicas de la piel utilizando una aguja fina o una cánula, según la técnica preferida por el médico.

¿Es seguro?

La hidroxiapatita cálcica es considerada un tratamiento seguro cuando es administrada por un profesional médico calificado. Los posibles efectos secundarios son temporales e incluyen hinchazón, enrojecimiento y moretones en el sitio de la inyección. Estos efectos suelen desaparecer en unos pocos días.

¿En qué zonas se puede aplicar?

La versatilidad de la hidroxiapatita cálcica permite su aplicación en varias zonas faciales, incluyendo:

¿Cómo se realiza el tratamiento?

El tratamiento con hidroxiapatita cálcica es relativamente rápido y sencillo. Después de una consulta inicial para evaluar tus necesidades y metas, el médico realizará las inyecciones en las áreas específicas. La mayoría de los pacientes pueden volver a sus actividades normales poco después del tratamiento, aunque se recomienda evitar la exposición al sol y el ejercicio vigoroso durante las primeras 24 horas.

Hidroxiapatita de Calcio Riesgos

Aunque la hidroxiapatita cálcica es generalmente segura, como con cualquier procedimiento médico, existen riesgos potenciales. Los efectos secundarios mencionados anteriormente son los más comunes y suelen ser leves y temporales. Sin embargo, en casos raros, pueden ocurrir complicaciones más graves, como infecciones o reacciones alérgicas. Es importante que el tratamiento sea realizado por un profesional médico experimentado y en un entorno clínico adecuado para minimizar estos riesgos.

Hidroxiapatita Cálcica Opiniones

Las opiniones sobre la hidroxiapatita cálcica son en su mayoría positivas, con muchos pacientes informando resultados notables y una mejora significativa en su apariencia. Las experiencias personales pueden variar, por lo que es importante discutir tus expectativas y preocupaciones con un profesional médico antes de decidirte por el tratamiento.

Hidroxiapatita Cálcica Radiesse

Radiesse es el nombre comercial más conocido de la hidroxiapatita cálcica. Esta marca ha demostrado consistentemente su eficacia y seguridad en tratamientos de rejuvenecimiento facial. Cuando busques este procedimiento, es probable que encuentres que se refiere comúnmente a Radiesse.

Hidroxiapatita Cálcica Comprar

La hidroxiapatita cálcica es un producto que solo debe ser administrado por profesionales médicos autorizados en clínicas certificadas. No se debe intentar comprar ni aplicar este producto por cuenta propia. Antes de recibir el tratamiento, es esencial programar una consulta con un médico experimentado para evaluar tus necesidades y determinar si eres un candidato adecuado.

Hidroxiapatita Cálcica Marcas

Además de Radiesse, existen otras marcas de hidroxiapatita cálcica en el mercado. Sin embargo, es importante elegir un producto de alta calidad y confiar en un profesional médico experimentado para garantizar resultados seguros y efectivos.

Hidroxiapatita Cálcica Precio Madrid

El precio del tratamiento con hidroxiapatita cálcica puede variar según la ubicación y la clínica en Madrid. Para obtener información precisa sobre los precios en Madrid y para programar una consulta gratuita en la Clínica Génova 10, visita su página web.

Radiesse Precio Opiniones

El precio de Radiesse, una de las marcas más conocidas de hidroxiapatita cálcica, puede variar según la clínica y la región. Antes de decidirte por el tratamiento, es recomendable consultar con la Clínica Génova 10 en Madrid para obtener información detallada sobre los precios y las opiniones de quienes han recibido este tratamiento en esa clínica específica.

Radiesse Fotos Antes Y Después

Si estás considerando un tratamiento con hidroxiapatita cálcica, una excelente forma de evaluar los resultados potenciales es examinar fotos de antes y después. Estas imágenes pueden proporcionarte una idea clara de cómo este procedimiento puede mejorar la apariencia de las personas. Puedes encontrar fotos de antes y después en la página web de la Clínica Génova 10 en Madrid.
Continúa leyendo la Parte 3 de este artículo para obtener respuestas a preguntas frecuentes sobre la hidroxiapatita cálcica, incluyendo el número de sesiones necesarias, los posibles efectos secundarios, las contraindicaciones y más. Además, descubre por qué la Clínica Génova 10 en Madrid y la Clínica Facial 10 en Bilbao son opciones destacadas para este tratamiento de rejuvenecimiento facial.
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Parte 3: Preguntas Frecuentes Sobre Hidroxiapatita Cálcica

A continuación, responderemos a algunas preguntas frecuentes sobre la hidroxiapatita cálcica y el tratamiento con Radiesse.

¿Cuántas sesiones son necesarias en un tratamiento con hidroxiapatita cálcica?

La cantidad de sesiones necesarias puede variar según tus objetivos y la evaluación del médico. En muchos casos, se logran resultados notables en una sola sesión. Sin embargo, es posible que se requieran sesiones de seguimiento para obtener resultados óptimos o mantener los efectos a largo plazo.

¿La hidroxiapatita cálcica puede presentar efectos secundarios?

Si bien la hidroxiapatita cálcica es considerada segura, como con cualquier procedimiento médico, existen posibles efectos secundarios. Los efectos secundarios más comunes son hinchazón, enrojecimiento y moretones en el sitio de la inyección. Estos efectos suelen ser temporales y desaparecer en unos pocos días. En casos raros, pueden ocurrir complicaciones más graves, como infecciones o reacciones alérgicas.

¿Tiene contraindicaciones la hidroxiapatita cálcica?

Aunque la hidroxiapatita cálcica es segura para la mayoría de las personas, puede no ser adecuada para quienes tienen ciertas condiciones médicas, alergias conocidas a los componentes del producto o están embarazadas o amamantando. Es importante discutir tus antecedentes médicos y cualquier inquietud con un médico antes de someterte al tratamiento.

¿Qué es hidroxiapatita de calcio y para qué sirve?

La hidroxiapatita de calcio es un compuesto utilizado en procedimientos de rejuvenecimiento facial, como Radiesse. Sirve para restaurar el volumen, suavizar las arrugas y mejorar la apariencia de la piel. También estimula la producción de colágeno, lo que contribuye a una piel más firme y juvenil.

¿Hidroxiapatita Cálcica o Ácido Hialurónico?

La elección entre hidroxiapatita cálcica y ácido hialurónico depende de tus objetivos y necesidades individuales. Ambos son tratamientos populares para el rejuvenecimiento facial. La hidroxiapatita cálcica tiende a tener una duración más larga, mientras que el ácido hialurónico es reversible y puede ser una mejor opción si deseas resultados temporales o ajustables.

¿Qué efectos tiene la hidroxiapatita?

La hidroxiapatita cálcica tiene varios efectos beneficiosos en la piel, incluyendo el aumento de volumen, la estimulación del colágeno, el efecto tensor y la mejora de la textura y la calidad de la piel.

¿Cuánto tiempo dura la hidroxiapatita de calcio?

La duración de los resultados de la hidroxiapatita cálcica varía, pero en general puede durar de 12 a 18 meses. Los efectos duraderos se deben en parte a la estimulación del colágeno, que sigue trabajando incluso después de que los efectos inmediatos disminuyan.

¿Cuándo se ven los resultados de la hidroxiapatita de calcio?

Los resultados de la hidroxiapatita cálcica son visibles de inmediato después del tratamiento. A medida que pasa el tiempo y se estimula la producción de colágeno, los resultados pueden mejorar aún más en las semanas y los meses siguientes.

¿Qué precio tiene una sesión de Radiesse?

El precio de una sesión de Radiesse puede variar según la ubicación y la clínica. Para obtener información precisa sobre los precios en Madrid y Bilbao, te recomendamos que te pongas en contacto con la Clínica Génova 10 y la Clínica Facial 10 a través de sus respectivos enlaces web:

¿Cuánto tiempo tarda en hacer efecto la hidroxiapatita cálcica?

Los efectos de la hidroxiapatita cálcica son visibles de inmediato después del tratamiento. Puedes disfrutar de una apariencia rejuvenecida desde el primer día.

¿Qué es mejor ácido hialurónico o hidroxiapatita de calcio?

La elección entre ácido hialurónico y hidroxiapatita cálcica depende de tus objetivos y preferencias personales. Ambos tienen ventajas y desventajas, por lo que es importante discutir tus necesidades con un profesional médico antes de tomar una decisión. La hidroxiapatita cálcica tiende a tener una duración más larga, mientras que el ácido hialurónico es reversible y permite ajustes más fáciles.
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2023.11.02 02:54 uwingman Сука блять

Pronunciación: Cyka Blyat por lo que encontré básicamente significa
y eso, "Cyka" significa puta o perra como "bitch" en inglés
mientras que "Blyat" vendría a ser como Puta en el sentido de prostituta
en fin cuando usas estas palabras juntas básicamente obtienes:
-Que cabrón -Pura madre -Vete a la verga -etc
en fin dejaré un enlace de donde saqué esta información gracias al que sube los significados a Internet :D
Fuentes :D
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2023.11.01 21:20 percyhiggenbottom ¿Qué hacen "Los Hijos del Rock'n Roll"?

Me explico, ese es mi mote para un par de rockeros que suelen andar por la zona de Gran Vía, delante de lo que solía ser una tienda de música. Llevo viéndoles parar allí 20 años. Ya no vivo en Madrid y las ultimas veces que pasé por allá no les vi. Pero el otro día estaba subiendo por la calle Montera y efectivamente, delante de mi estaba uno de ellos con rumbo a su parada habitual.
¡El Rock'n Roll nunca muere! Eso sí, ya están un poco mayores.
Pero mi antigua curiosidad se renovó... No están pidiendo dinero, ni tocando música... ni nada. Simplemente están allí parados, de manera regular.
¿Quienes son los Hijos del Rock'n Roll? ¿Qué hacen ahí? ¿Alguien lo sabe? ¿Son chulos de las prostitutas de la Montera tal vez?
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2023.10.28 17:16 Runingivory Estoy muy cansada y no quiero que se afecte mi relación por eso

Sólo quiero compartir algo. Inicié mi vida sexual hace poco y de las pocas veces que hemos tenido sexo (3), siempre me duele. Algunas posiciones más que otras. Igual, con mi pareja usamos lubricante, pero no estoy excitada casi nunca. Yo lo adoro, es un hombre maravilloso, me parece bastante guapo y tiene un cuerpo bien trabajado, incluso si no tuviera, me daría igual. Lo quiero. Es atento, amable, me cuida y se preocupa por mí. A veces, me da miedo quedar embarazada, porque sólo usamos condón. Yo no quiero usar métodos anticonceptivos, porque me afectan de manera negativa. Orita tengo una infección urinaria y me duele mucho. Aparte, estoy menstruando y tengo cólicos. Soy deportista y me frustra tanto no poder disfrutar de mi deporte ni de mi sexualidad. Desde que he crecido un poco, siempre se me ha dicho que las mujeres debemos ser cuidadosas. Y el tema del sexo, me parece cada vez más algo que quisiera evitar, ir el dolor que me genera, no solo físico, sino emocional. Me molesta tanto tener que quedarme en casa, ser pacient, mientras el resto del mundo parece seguir su vida normal. Es un pensamiento bastante infantil, creer que el mundo se va a detener solo por el dolor que uno siente.
En mi anterior relación sólo tuve sexo una vez y me pasó una infección, me engañó y bueno, fue un proceso bastante doloroso y feo. Tuve que decirle a mi mamá, porque no sabía qué hacer y ella me regañó terriblemente. A los doctores donde acudí me decían: Esto te pasa por abrir las piernas Dónde estaba tu mamá¿? Y me miraban de arriba a abajo de manera grotesca. Como si fuera una puta. Me hicieron un papanicolau y la verdad, mi novio de ese entonces no me penetró, sólo tuvimos sexo oral sin condón. Me dolió mucho. Me sentía muy mal y tenía la autoestima bajísima. Yo había terminado un proceso psicológico justo cuando ocurrió eso y sentí que había retrasado todo.
Mi trabajo me estresa todos los días. Quiero renunciar. Aunque todos me dicen que me quede, porque es un ingreso fijo.
Tengo 23 y la verdad más que un consejo, solo quería desahogarme. A veces siento que la vida adulta me está ahogando. Siempre busco mucho ser resilente en el trabajo, en las carencias de comida que hay en casa, en todo, pero sencillamente estoy cansada. En mi país, hay apagones ahora y toda esta situación me pone mal.
Trato mucho mucho mucho de seguir creciendo, pero hay días como hoy en los que me cuesta horrores.
Imagino que esta suma de cosa me baja la libido. Visité a mi psicólogo otra vez y yo no quería aceptar lo que él me dijo cuando me vio, porque lo he experimentado de forma distinta antes, pero tiene razón y me di cuenta mientras escribía aquí. Estoy deprimida.
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2023.10.23 05:39 No-Profit-2129 No sé qué me pasa

En estos últimos días he sentido muchas de tener sexo, solo que no tengo con quien y pues me pongo a buscar prostitutas por Internet. Me atraen y averiguo lo básico.. el asunto es que es eso lo hago de noche, me dan muchas ganas, me echo un pajazo, puedo quedarme dormido ya pero me da inseguridad que al día siguiente mi amigo no este al 100% para cin la puta, y se me pasan las ganas pero luego me volvieron a entrar y la historia fue lo mismo. Que puedo hacer?
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2023.10.21 18:56 Few-Zone2783 Le dijo al compa que no tiene oportunidad con mi hermana

Para comenzar, lo conocí en el colegio, entré a 7mo con su hermano y él estaba ya en 5to, llamemos al compa Sebastián. Tengo una relación más estrecha con su hermano, a veces vamos a su casa o viene a la nuestra con su esposa y sus hijos, mientras que con Sebastián es un poco más de amistad.
Sebastian ya va por su tercer divorcio, su hermano me comentó lo preocupado que está por el mayor pues no tiene en dónde quedarse. Hasta ahora sus tres exesposas son las propietarias de las casas donde ha vivido, son empresarias, la última ya es jubilada de la caja pero tiene un consultorio en Escazú. Ni siquiera le han puesto la pensión por sus hijos porque no necesitan nada de él. El mae tiene un doctorado en ciencias políticas, ha enseñado en universidades, si ustedes me preguntan que es lo que pasa con él pues yo tampoco lo entiendo pero la plata que ha ganado no le dura en la mano.
El asunto es que mi hermana estaba en la casa, compró unas cosas para regalarle a mi hijo cuando supo que mi mujer estaba embarazada. Ofreció alquilarle un pequeño departamento mientras que él se acomodaba y volvía a hacerse de una rutina. Llamamos a Sebastián y no lo pensó mucho, en esa misma semana le enseñamos el lugar y él feliz, al rato me dijo que mi hermana estaba guapa, y que "le gustaría echarle el cuento" a lo que me reí.
Ahora mi hermana me contó que lleva un par de meses sin pagar el alquiler y que llegó el cobro de agua y luz (se los cortaron) y que ella debía ir a arreglar cuentas. Yo llamé a su hermano y le conté, nos fuimos al departamento a buscarlo ya preocupados. Y nada, que el cabron ni siquiera ha ido a trabajar, cuando le pregunté que putas pasaba me dijo el muy hijueputas que esperaba poder juntarse con mi hermana, que ella se estaba haciendo vieja y que ya se iba a quedar sola, que mi sobrino estaba grande y que ella necesita un hombre en su vida que la cuide.
Al principio los dos pensamos que era broma, y al final resulta que es su manera de razonar con las mujeres que pasan de los 40. Tuve que decirle que, dadas las circunstancias mi hermana puede pagar hasta enfermeros y cuidadores de ser necesario, aparte que, si quisiera buscarse a alguien no dudo que se haga de un sugar baby. A lo que él insistió que los chiquillos esos solo van por el dinero de viejas como ella, y que él podía cuidarla, su hermano le preguntó "¿Como cuidaste a Tina y a tus hijos?" (La dejó en la ruina con tres carajillos a cuestas y la verdad es que se negó a ayudarla, ella ahora es empresaria pero le costó mucho, sus hijos no quieren verlo) antes que dijera algo más solo le dije que se rindiera pues mi hermana no estaría con alguien tan viejo y fracasado como él.
Creo que me pasé, pude ver cómo se deprimía de inmediato, ahora mismo está recogiendo sus cosas y se va a la casa de un familiar. Mi amigo lo tomó como gracioso y dice que de todas formas alguien debía decírselo, supongo que se ilusionó con la idea de hacer su vida con una mujer madura y con buena posición económica.
Tal vez si fui carepicha, pero se lo merece.
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2023.10.19 04:14 Estacion-33 Nunca tomen el piso secreto del ascensor

Buenas noches tenemos otra historia espeluznante para ustedes esta noche, es una historia original en español y ambientada en madrid, cambiamos unas palabras para hacerla mas entendible a el publico latino
Les dejo el video aqui:https://youtu.be/P8R_doHR3LU
Y el Texto aqui
Todo ocurrió una cálida noche de verano, de ésas en las que, aunque la temperatura es agradable e invita a dar un largo paseo bajo la luz de las lamparas, da la sensación de que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para encerrarse en casa.
Eran, más o menos, las dos de la madrugada. Había pasado varias horas vagueando ante la computadora, así que decidí que era momento de estirar los músculos haciendo algo de ejercicio, bajando a la calle para tirar la basura y fumar un cigarro, por ejemplo.
Me puse unos tenis deportivos , me dirigí a la cocina, saqué la bolsa del bote de basuray le hice un par de nudos. Tras asegurarme de que no olvidaba llaves, encendedor ni tabaco, cerré la puerta del piso y me dirigí a las escaleras abajo. Habría podido elegir tomar el ascensor, pero, teniendo en cuenta que a esos cacharros les suele dar por pararse de golpe, habría sido un error quedarme encerrado dentro con la única compañía de una maloliente bolsa de basura.
Recorrí los pocos metros que separaban mi portal de los contenedores, disfrutando del ambiente de soledad que reinaba en mi calle, unido a la tenue iluminación y la invisible caricia procedente del asfalto caliente bajo mis pies. Tras meter la bolsa en uno de los botes, volví a mi portal y, antes de entrar, encendí un cigarrillo, disfrutando de cada calada, mientras oía en la distancia el sonido de ambulancias y coches acelerando: la banda sonora que suena de fondo cada noche en la gran ciudad que es Madrid.
Mientras daba buena cuenta de mi cigarro, eché un ojo al gran edificio de viviendas que esperaba mi regreso: Un bloque levantado a finales de los años sesenta, con paredes de ladrillo rojizo, seis alturas y una planta de garaje bajo sus cimientos, similar a los cientos de edificios que, en aquella época, el Ministerio de Vivienda construyó en toda España.
Junto al portal, aún se conservaba la placa que daba fe de ello.
Mis padres fueron los primeros dueños de la casa. Tras el paso de los años, su afán ahorrador les permitió hacerse con una cabaña en las afueras, por lo que yo, siendo hijo único, tuve la suerte de pasar a ser el dueño (y único habitante), de la vivienda.
Cuando acabé el cigarrillo, tiré la colilla al suelo y entré en el portal.
Por un momento, pensé en subir andando hasta el quinto piso, donde vivo, pero la flojera pudo más, así que llamé al ascensor. Cuando éste llegó a la planta baja, entré en el.
Una de las curiosidades que tenía aquel edificio era dicho ascensor. No todos los bloques de viviendas de la época contaban con uno, y se consideraba una mezcla de lujo y suerte el poder llegar a casa en uno de estos cuando se levantó el edificio. Esto hacía que la estructura fuese algo vieja: sus paredes, sus espejos y su cuadro de botones tenían más de cincuenta años. Lo que más me llamaba la atención de este último detalle era el correspondiente al garaje. Había un botón para cada piso, excepto para el sótano, en cuyo lugar había una cerradura. Todos los vecinos teníamos copia de la llave.
El motivo era, según los constructores, evitar que el cálido garaje se llenase de mendigos por las noches.
Miré aquella cerradura con curiosidad. Aquella vieja cerradura. Entonces, una idea se me pasó por la cabeza. En lugar de pulsar el botón del quinto piso, eché mano al manojo de llaves que había en mi bolsillo e introduje la llave correspondiente. Para acceder al sótano, había que girar la llave hacia la izquierda, pero, ¿qué ocurriría si la giraba hacia la derecha?
Hice la prueba. Nada. La cerradura hacía tope, como era de esperar. Estupido, volví a intentarlo, girando con más fuerza. Con mucha más fuerza.
En ese momento, de forma inesperada, la cerradura cedió, poniendo el ascensor en marcha. Sorprendido ante aquello, fijé los ojos en el indicador luminoso. Mientras el ascensor descendía, aquél paso de mostrar un 0 a mostrar un -1.
Pero, llegado a este piso, el ascensor no se detuvo.
Durante casi un minuto, el trasto continuó bajando, traqueteando y rugiendo como de costumbre. El indicador luminoso mostraba dos guiones intermitentes. Entonces, de repente, el ascensor se detuvo y su puerta se abrió.
Ante mis ojos se extendía un largo y estrecho pasillo, apenas más ancho que el propio ascensor. La iluminación procedente del interior de éste no bastaba para iluminar aquel pasillo, que era engullido por una tenebrosa oscuridad, y no se apreciaban escaleras que llegasen allí desde un piso superior.
-¿Hola? Mi voz retumbó por las paredes y desapareció en el oscuro espacio.
A pesar de que la situación me imponía algo de respeto, la curiosidad ante el nuevo sótano recién descubierto pudo más. Decidido a investigar aquel lugar, encendí mi encendedor y abandoné la protectora luz del ascensor.
Me giré por un momento, y vi que, en aquella planta, no había botón para llamar al ascensor, sino una cerradura. confundido, continué avanzando hacia la oscuridad.
El ambiente era denso y húmedo, acompañado de una ligera fetidez. A unos veinte metros, el pasillo torcía hacia la derecha, desembocando en una galería a la que daban varias puertas, como en las cárceles que salen en las películas.
Algunas puertas estaban cerradas y otras abiertas, y el suelo estaba lleno de polvo, cristales rotos y otros objetos.
La mugre que invadía el lugar me disuadió de palpar la pared en busca de interruptores de luz, por lo que confié en la pequeña llama que portaba en mi mano. Al internarme en la galería, me agaché y acerqué mi encendedor al suelo para examinar con más detalle qué eran aquellos pequeños bultos que pisaba irremediablemente a cada paso. Descubrí jeringuillas, trozos de probetas, piezas de rompecabezas infantiles, muñecas… Aquello resultaba de lo más tétrico. Me incorporé nuevamente, disponiéndome a analizar las pequeñas dependencias que rodeaban la galería.
Uno de los detalles que percibí fue la falta de ventilación o iluminación exterior. Aunque era noche cerrada, no había rastro de salidas al exterior por las que se colase la luz de las lamparas, ni ninguna corriente de aire que hiciese vibrar a la llama de mi encendedor. Aquel era un lugar completamente cerrado, y a saber a cuántos metros bajo tierra me encontraba en aquel momento.
Recorrí varias de las salitas, y vi que todas tenían elementos en común: pequeños, anticuados y oxidados camastros, mesitas y sillas. Y material médico. El lugar estaba infestado de gasas, correas, pastillas desperdigadas por el suelo… Aquello parecía un hospital en miniatura. Un hospital antiguo y fantasmagórico, detenido en una época pasada, en el que la acumulación de polvo es el único indicador del paso del tiempo.
Aún me arrepiento de entrar en una de aquellas dependencias. La luz del encendedor mostraba, sobre el mugriento colchón, un bulto del tamaño de un ser humano, envuelto en ropa de hospital. Me acerqué sigilosamente, temiendo lo peor, y arrimé el encendedor al gran objeto.
El aumento de luz mostró una escena horripilante: rodeado de heces y manchas de orina, se mostraba ante mí un cadáver humano en posición fetal que me daba la espalda. El hedor era insoportable. Resisti el vomito mientras permanecía en cuclillas, ante aquella infernal escena.
De repente, el terror invadió mi cuerpo. Aquel cuerpo se giró de forma brusca y, lo que en principio había clasificado como “humano”, mostró ser algo diferente, indefinido e indescriptible.
El cuerpo de aquel ser estaba cubierto de llagas y heridas; en lugar manos y pies, sus extremidades se encontraban rematadas por extrañas deformidades y bultos recorrían su torso, dándole un aspecto monstruoso.
Pero lo peor era su rostro: sus ojos, grandes e inyectados en sangre, estaban protegidos por unos párpados abultados y sin pestañas. En lugar de pelo, su cabeza poseía infinidad de cicatrices y grapas que partían desde sus pobladas cejas y sienes y se perdían hacia su nuca. Sus orejas, irregulares y enormes, no mostraban pliegue alguno, dotando al ser de un aspecto simiesco. Tampoco poseía nariz, y de sus orificios nasales surgían dos hilos de sangre reseca. Rematando aquel cuadro tan desagradable, se encontraba su “boca”: un orificio de comisuras agrietadas, sin labios, de cuyo interior carente de dientes y lengua, provenía el peor olor a podrido que he percibido en mi vida.
Sus ojos se fijaron en los míos, y de su garganta surgió un bramido gutural, ronco y a la vez potente.
Grité. Grité con todas mis fuerzas y mi voz se entremezcló con la del monstruo. Teniendo en cuenta la postura en la que me encontraba, caí de espaldas sobre el mugriento suelo, y el encendedor se escapó de mi mano, dejando el lugar en la más absoluta oscuridad.
Mientras palpaba el suelo en busca del encendedor , oí cómo crujían los resortes del colchón y, antes de que pudiese reaccionar, aquel despojo se me echó encima, lanzando una vez más su aterrador alarido. Sentí su aliento contra mi rostro, mientras su apestosa saliva caía sobre mi frente, y un escalofrío me recorría de arriba abajo. Olvide el querer obtener mi encendedor y pataleé con todas mis fuerzas, tratando de zafarme del horripilante ser.
Me arrastré unos metros hacia atrás, me levanté y salí de la estancia, a oscuras, tratando de recordar la forma del piso, temiendo tropezar o golpearme con alguna de las paredes. Mientras huía en dirección al ascensor, pude oír cómo aquello se arrastraba entre los cristales rotos del suelo, siguiendo mis pasos.
Llegué al pasillo y sentí que volvía a la vida cuando me invadió la luz encendida del ascensor abierto. Entré, pulsé el botón del quinto piso y, lleno de impaciencia y pavor, esperé a que la puerta se cerrase y el ascensor se pusiese en marcha.
Sin embargo, el aparato no obedecía mis órdenes. Aunque el botón del quinto piso estaba encendido, la puerta no se cerraba. Y el crujir de cristales se oía cada vez más cerca. Me di media vuelta. Ante mí, el pasillo se extendía una vez más, engullendo la luz del ascensor. Sin embargo, ahora no sentía curiosidad ante aquella escena. Sentía verdadero horror. Quería huir de allí. Y el ascensor no se movía. De repente, se hizo el silencio.
Estaba tan aterrorizado que todos mis músculos se paralizaron. En ese momento, el ser surgió del pasillo oscuro, arrastrándose con una velocidad insólita. Venía hacia mí, mientras gruñía, jadeaba y chillaba como ninguna criatura conocida. Apreté repetidamente el botón del quinto piso, con pulso tembloroso, mientras el miedo me hacía llorar y la criatura se aproximaba rápidamente. Cuando estaba a punto de entrar en el ascensor, le tire una patada, lo que le hizo retroceder atemorizado, sin que apartase la vista de mis ojos en ningún momento.
En ese instante, las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a subir.
Fijé la vista en el indicador luminoso: los dos guiones parpadeantes dieron paso a un -1, luego a un 0, un 1, y asi sucesivamente. Algo más calmado, me miré en el espejo y fui consciente de mi aspecto. Mi rostro estaba cubierto de una mezcla de baba y mucosa sangrienta, mezclada con mis propias lágrimas. Cuando quise pasar costado de la mano por mi frente, descubrí que mis ensangrentadas palmas estaban llenas de cristales rotos, y comencé a sentir su dolor; minutos antes, en aquel segundo sótano, el miedo no me había permitido ser consciente de cómo se habían clavado en mi piel.
Llegué a casa y entré corriendo al baño. Los recientes recuerdos de todo lo que había ocurrido allí abajo se agolparon en mi mente, y no pude evitar arrodillarme ante el escusado y vomitar la cena. Me di un baño más largo de lo habitual, aún invadido por el asco, curé las heridas de mis manos, y esperé a que llegase el día, incapaz de dormir.
A la mañana siguiente, cuando la luz del día se llevó todos mis miedos, llamé a un amigo que vivía en uno de los edificios cercanos.
Dicho edificio era similar al mío: construido en la misma época, con la misma planta, y con un ascensor exactamente similar. Tras contarle la historia y soportar sus burlas, me aseguró que haría la prueba en su ascensor, y que me llamaría para contarme qué había ocurrido en su caso.
Esperé su llamada ansiosoy, a los pocos minutos, sonó el teléfono. Era él, y su voz sonaba entrecortada y temblorosa. Bajo su casa también había un segundo sótano, húmedo y maloliente. Sin embargo, él no se había atrevido a adentrarse, y no tenía intención de hacerlo.
“No pienso volver a tomar ese ascensor en mi puta vida.” Eso fue lo que me dijo.
Y la verdad es que su opinión coincidía completamente con la mia.
A pesar de nuestros temores, nos decidimos a investigar sobre el asunto. Así, dimos con el que fue por aquel entonces presidente de la constructora encargada de levantar los edificios; hoy en día un anciano con un pie en el cementerio. Tras varias reticencias, nos explicó el por qué de aquellos sótanos secretos: en 1966, la recién inaugurada central nuclear de Zorita, en Guadalajara, había sufrido una grave fuga en uno de sus reactores, provocando una nube radiactiva que se extendió por los pueblos de los alrededores.
El régimen fresquista no podía permitir que la opinión pública tuviese noticia de un fallo en su primera instalación nuclear, por lo que contactó con las parejas jóvenes del lugar, ofreciéndoles trasladarse a Madrid, a los edificios en los que mi amigo y yo vivíamos, pues a pocos metros se encontraba un hospital que podría seguir la evolución de dichas parejas y los hijos que pudiesen tener en el futuro. Para disimular aún más la situación, vendieron algunas de las viviendas a gente corriente que no tenía nada que ver con el incidente (como mis padres, o los padres de mi amigo, por ejemplo).
Sin embargo, la intención del régimen era muy distinta: conocedores de las secuelas que la nube radiactiva tendría en esta gente, vigilaron cada nuevo embarazo que se produjo entre ellos, supervisando su evolución y haciendo “desaparecer” a todos aquellos recién nacidos que sufriesen graves malformaciones.
Aprovechaban la tranquilidad de la noche, para, haciéndose pasar por encargados de mudanzas, llevar a los bebés a su nuevo “hogar”. Aquellos sótanos, por otra parte, eran el lugar perfecto para realizar investigaciones sobre los niños, pues nadie sabía de su existencia.
El propio mecanismo de los ascensores se había mantenido en secreto, recayendo la tarea de llevar a cabo revisiones y reparaciones entre técnicos elegidos por el propio régimen; y una trampilla que sólo se abría cuando el ascensor sobrepasaba el garaje, ocultaba el segundo sótano a quien hubiese podido asomarse al hueco.
Sin embargo, tras la muerte del dictador Francisco Franco, se canceló aquel proyecto.
Tratando de arrojar tierra sobre el asunto, los sujetos en experimentación fueron sacrificados, y toda documentación relativa al proyecto fue destruida. Casi todos los cabos quedaron atados.
-¿Cómo que casi todos los cabos? Preguntamos mi amigo y yo a aquel hombre.
-Sí -dijo él-. Resulta que, una vez, aprovechando el revuelo de los últimos días, mientras todo el mundo corría arriba y abajo tratando de hacer desaparecer pruebas y evidencias, uno de los niños desapareció sin dejar rastro, y nadie más volvió a saber de él.
Mi amigo y yo nos miramos, aterrados. Nos despedimos del viejo y volvimos a nuestras casas.
Y desde entonces, no he vuelto a subirme a un ascensor. Y, por si a alguien le interesa, vendo mi casa. Es un quinto piso, muy luminoso. Y, además, tiene ascensor y garaje.
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2023.10.19 04:13 Estacion-33 Nunca tomen el piso secreto del ascensor

Buenas noches tenemos otra historia espeluznante para ustedes esta noche, es una historia original en español y ambientada en madrid, cambiamos unas palabras para hacerla mas entendible a el publico latino
Les dejo el video aqui:https://youtu.be/P8R_doHR3LU
Y el Texto aqui
Todo ocurrió una cálida noche de verano, de ésas en las que, aunque la temperatura es agradable e invita a dar un largo paseo bajo la luz de las lamparas, da la sensación de que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para encerrarse en casa.
Eran, más o menos, las dos de la madrugada. Había pasado varias horas vagueando ante la computadora, así que decidí que era momento de estirar los músculos haciendo algo de ejercicio, bajando a la calle para tirar la basura y fumar un cigarro, por ejemplo.
Me puse unos tenis deportivos , me dirigí a la cocina, saqué la bolsa del bote de basuray le hice un par de nudos. Tras asegurarme de que no olvidaba llaves, encendedor ni tabaco, cerré la puerta del piso y me dirigí a las escaleras abajo. Habría podido elegir tomar el ascensor, pero, teniendo en cuenta que a esos cacharros les suele dar por pararse de golpe, habría sido un error quedarme encerrado dentro con la única compañía de una maloliente bolsa de basura.
Recorrí los pocos metros que separaban mi portal de los contenedores, disfrutando del ambiente de soledad que reinaba en mi calle, unido a la tenue iluminación y la invisible caricia procedente del asfalto caliente bajo mis pies. Tras meter la bolsa en uno de los botes, volví a mi portal y, antes de entrar, encendí un cigarrillo, disfrutando de cada calada, mientras oía en la distancia el sonido de ambulancias y coches acelerando: la banda sonora que suena de fondo cada noche en la gran ciudad que es Madrid.
Mientras daba buena cuenta de mi cigarro, eché un ojo al gran edificio de viviendas que esperaba mi regreso: Un bloque levantado a finales de los años sesenta, con paredes de ladrillo rojizo, seis alturas y una planta de garaje bajo sus cimientos, similar a los cientos de edificios que, en aquella época, el Ministerio de Vivienda construyó en toda España.
Junto al portal, aún se conservaba la placa que daba fe de ello.
Mis padres fueron los primeros dueños de la casa. Tras el paso de los años, su afán ahorrador les permitió hacerse con una cabaña en las afueras, por lo que yo, siendo hijo único, tuve la suerte de pasar a ser el dueño (y único habitante), de la vivienda.
Cuando acabé el cigarrillo, tiré la colilla al suelo y entré en el portal.
Por un momento, pensé en subir andando hasta el quinto piso, donde vivo, pero la flojera pudo más, así que llamé al ascensor. Cuando éste llegó a la planta baja, entré en el.
Una de las curiosidades que tenía aquel edificio era dicho ascensor. No todos los bloques de viviendas de la época contaban con uno, y se consideraba una mezcla de lujo y suerte el poder llegar a casa en uno de estos cuando se levantó el edificio. Esto hacía que la estructura fuese algo vieja: sus paredes, sus espejos y su cuadro de botones tenían más de cincuenta años. Lo que más me llamaba la atención de este último detalle era el correspondiente al garaje. Había un botón para cada piso, excepto para el sótano, en cuyo lugar había una cerradura. Todos los vecinos teníamos copia de la llave.
El motivo era, según los constructores, evitar que el cálido garaje se llenase de mendigos por las noches.
Miré aquella cerradura con curiosidad. Aquella vieja cerradura. Entonces, una idea se me pasó por la cabeza. En lugar de pulsar el botón del quinto piso, eché mano al manojo de llaves que había en mi bolsillo e introduje la llave correspondiente. Para acceder al sótano, había que girar la llave hacia la izquierda, pero, ¿qué ocurriría si la giraba hacia la derecha?
Hice la prueba. Nada. La cerradura hacía tope, como era de esperar. Estupido, volví a intentarlo, girando con más fuerza. Con mucha más fuerza.
En ese momento, de forma inesperada, la cerradura cedió, poniendo el ascensor en marcha. Sorprendido ante aquello, fijé los ojos en el indicador luminoso. Mientras el ascensor descendía, aquél paso de mostrar un 0 a mostrar un -1.
Pero, llegado a este piso, el ascensor no se detuvo.
Durante casi un minuto, el trasto continuó bajando, traqueteando y rugiendo como de costumbre. El indicador luminoso mostraba dos guiones intermitentes. Entonces, de repente, el ascensor se detuvo y su puerta se abrió.
Ante mis ojos se extendía un largo y estrecho pasillo, apenas más ancho que el propio ascensor. La iluminación procedente del interior de éste no bastaba para iluminar aquel pasillo, que era engullido por una tenebrosa oscuridad, y no se apreciaban escaleras que llegasen allí desde un piso superior.
-¿Hola? Mi voz retumbó por las paredes y desapareció en el oscuro espacio.
A pesar de que la situación me imponía algo de respeto, la curiosidad ante el nuevo sótano recién descubierto pudo más. Decidido a investigar aquel lugar, encendí mi encendedor y abandoné la protectora luz del ascensor.
Me giré por un momento, y vi que, en aquella planta, no había botón para llamar al ascensor, sino una cerradura. confundido, continué avanzando hacia la oscuridad.
El ambiente era denso y húmedo, acompañado de una ligera fetidez. A unos veinte metros, el pasillo torcía hacia la derecha, desembocando en una galería a la que daban varias puertas, como en las cárceles que salen en las películas.
Algunas puertas estaban cerradas y otras abiertas, y el suelo estaba lleno de polvo, cristales rotos y otros objetos.
La mugre que invadía el lugar me disuadió de palpar la pared en busca de interruptores de luz, por lo que confié en la pequeña llama que portaba en mi mano. Al internarme en la galería, me agaché y acerqué mi encendedor al suelo para examinar con más detalle qué eran aquellos pequeños bultos que pisaba irremediablemente a cada paso. Descubrí jeringuillas, trozos de probetas, piezas de rompecabezas infantiles, muñecas… Aquello resultaba de lo más tétrico. Me incorporé nuevamente, disponiéndome a analizar las pequeñas dependencias que rodeaban la galería.
Uno de los detalles que percibí fue la falta de ventilación o iluminación exterior. Aunque era noche cerrada, no había rastro de salidas al exterior por las que se colase la luz de las lamparas, ni ninguna corriente de aire que hiciese vibrar a la llama de mi encendedor. Aquel era un lugar completamente cerrado, y a saber a cuántos metros bajo tierra me encontraba en aquel momento.
Recorrí varias de las salitas, y vi que todas tenían elementos en común: pequeños, anticuados y oxidados camastros, mesitas y sillas. Y material médico. El lugar estaba infestado de gasas, correas, pastillas desperdigadas por el suelo… Aquello parecía un hospital en miniatura. Un hospital antiguo y fantasmagórico, detenido en una época pasada, en el que la acumulación de polvo es el único indicador del paso del tiempo.
Aún me arrepiento de entrar en una de aquellas dependencias. La luz del encendedor mostraba, sobre el mugriento colchón, un bulto del tamaño de un ser humano, envuelto en ropa de hospital. Me acerqué sigilosamente, temiendo lo peor, y arrimé el encendedor al gran objeto.
El aumento de luz mostró una escena horripilante: rodeado de heces y manchas de orina, se mostraba ante mí un cadáver humano en posición fetal que me daba la espalda. El hedor era insoportable. Resisti el vomito mientras permanecía en cuclillas, ante aquella infernal escena.
De repente, el terror invadió mi cuerpo. Aquel cuerpo se giró de forma brusca y, lo que en principio había clasificado como “humano”, mostró ser algo diferente, indefinido e indescriptible.
El cuerpo de aquel ser estaba cubierto de llagas y heridas; en lugar manos y pies, sus extremidades se encontraban rematadas por extrañas deformidades y bultos recorrían su torso, dándole un aspecto monstruoso.
Pero lo peor era su rostro: sus ojos, grandes e inyectados en sangre, estaban protegidos por unos párpados abultados y sin pestañas. En lugar de pelo, su cabeza poseía infinidad de cicatrices y grapas que partían desde sus pobladas cejas y sienes y se perdían hacia su nuca. Sus orejas, irregulares y enormes, no mostraban pliegue alguno, dotando al ser de un aspecto simiesco. Tampoco poseía nariz, y de sus orificios nasales surgían dos hilos de sangre reseca. Rematando aquel cuadro tan desagradable, se encontraba su “boca”: un orificio de comisuras agrietadas, sin labios, de cuyo interior carente de dientes y lengua, provenía el peor olor a podrido que he percibido en mi vida.
Sus ojos se fijaron en los míos, y de su garganta surgió un bramido gutural, ronco y a la vez potente.
Grité. Grité con todas mis fuerzas y mi voz se entremezcló con la del monstruo. Teniendo en cuenta la postura en la que me encontraba, caí de espaldas sobre el mugriento suelo, y el encendedor se escapó de mi mano, dejando el lugar en la más absoluta oscuridad.
Mientras palpaba el suelo en busca del encendedor , oí cómo crujían los resortes del colchón y, antes de que pudiese reaccionar, aquel despojo se me echó encima, lanzando una vez más su aterrador alarido. Sentí su aliento contra mi rostro, mientras su apestosa saliva caía sobre mi frente, y un escalofrío me recorría de arriba abajo. Olvide el querer obtener mi encendedor y pataleé con todas mis fuerzas, tratando de zafarme del horripilante ser.
Me arrastré unos metros hacia atrás, me levanté y salí de la estancia, a oscuras, tratando de recordar la forma del piso, temiendo tropezar o golpearme con alguna de las paredes. Mientras huía en dirección al ascensor, pude oír cómo aquello se arrastraba entre los cristales rotos del suelo, siguiendo mis pasos.
Llegué al pasillo y sentí que volvía a la vida cuando me invadió la luz encendida del ascensor abierto. Entré, pulsé el botón del quinto piso y, lleno de impaciencia y pavor, esperé a que la puerta se cerrase y el ascensor se pusiese en marcha.
Sin embargo, el aparato no obedecía mis órdenes. Aunque el botón del quinto piso estaba encendido, la puerta no se cerraba. Y el crujir de cristales se oía cada vez más cerca. Me di media vuelta. Ante mí, el pasillo se extendía una vez más, engullendo la luz del ascensor. Sin embargo, ahora no sentía curiosidad ante aquella escena. Sentía verdadero horror. Quería huir de allí. Y el ascensor no se movía. De repente, se hizo el silencio.
Estaba tan aterrorizado que todos mis músculos se paralizaron. En ese momento, el ser surgió del pasillo oscuro, arrastrándose con una velocidad insólita. Venía hacia mí, mientras gruñía, jadeaba y chillaba como ninguna criatura conocida. Apreté repetidamente el botón del quinto piso, con pulso tembloroso, mientras el miedo me hacía llorar y la criatura se aproximaba rápidamente. Cuando estaba a punto de entrar en el ascensor, le tire una patada, lo que le hizo retroceder atemorizado, sin que apartase la vista de mis ojos en ningún momento.
En ese instante, las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a subir.
Fijé la vista en el indicador luminoso: los dos guiones parpadeantes dieron paso a un -1, luego a un 0, un 1, y asi sucesivamente. Algo más calmado, me miré en el espejo y fui consciente de mi aspecto. Mi rostro estaba cubierto de una mezcla de baba y mucosa sangrienta, mezclada con mis propias lágrimas. Cuando quise pasar costado de la mano por mi frente, descubrí que mis ensangrentadas palmas estaban llenas de cristales rotos, y comencé a sentir su dolor; minutos antes, en aquel segundo sótano, el miedo no me había permitido ser consciente de cómo se habían clavado en mi piel.
Llegué a casa y entré corriendo al baño. Los recientes recuerdos de todo lo que había ocurrido allí abajo se agolparon en mi mente, y no pude evitar arrodillarme ante el escusado y vomitar la cena. Me di un baño más largo de lo habitual, aún invadido por el asco, curé las heridas de mis manos, y esperé a que llegase el día, incapaz de dormir.
A la mañana siguiente, cuando la luz del día se llevó todos mis miedos, llamé a un amigo que vivía en uno de los edificios cercanos.
Dicho edificio era similar al mío: construido en la misma época, con la misma planta, y con un ascensor exactamente similar. Tras contarle la historia y soportar sus burlas, me aseguró que haría la prueba en su ascensor, y que me llamaría para contarme qué había ocurrido en su caso.
Esperé su llamada ansiosoy, a los pocos minutos, sonó el teléfono. Era él, y su voz sonaba entrecortada y temblorosa. Bajo su casa también había un segundo sótano, húmedo y maloliente. Sin embargo, él no se había atrevido a adentrarse, y no tenía intención de hacerlo.
“No pienso volver a tomar ese ascensor en mi puta vida.” Eso fue lo que me dijo.
Y la verdad es que su opinión coincidía completamente con la mia.
A pesar de nuestros temores, nos decidimos a investigar sobre el asunto. Así, dimos con el que fue por aquel entonces presidente de la constructora encargada de levantar los edificios; hoy en día un anciano con un pie en el cementerio. Tras varias reticencias, nos explicó el por qué de aquellos sótanos secretos: en 1966, la recién inaugurada central nuclear de Zorita, en Guadalajara, había sufrido una grave fuga en uno de sus reactores, provocando una nube radiactiva que se extendió por los pueblos de los alrededores.
El régimen fresquista no podía permitir que la opinión pública tuviese noticia de un fallo en su primera instalación nuclear, por lo que contactó con las parejas jóvenes del lugar, ofreciéndoles trasladarse a Madrid, a los edificios en los que mi amigo y yo vivíamos, pues a pocos metros se encontraba un hospital que podría seguir la evolución de dichas parejas y los hijos que pudiesen tener en el futuro. Para disimular aún más la situación, vendieron algunas de las viviendas a gente corriente que no tenía nada que ver con el incidente (como mis padres, o los padres de mi amigo, por ejemplo).
Sin embargo, la intención del régimen era muy distinta: conocedores de las secuelas que la nube radiactiva tendría en esta gente, vigilaron cada nuevo embarazo que se produjo entre ellos, supervisando su evolución y haciendo “desaparecer” a todos aquellos recién nacidos que sufriesen graves malformaciones.
Aprovechaban la tranquilidad de la noche, para, haciéndose pasar por encargados de mudanzas, llevar a los bebés a su nuevo “hogar”. Aquellos sótanos, por otra parte, eran el lugar perfecto para realizar investigaciones sobre los niños, pues nadie sabía de su existencia.
El propio mecanismo de los ascensores se había mantenido en secreto, recayendo la tarea de llevar a cabo revisiones y reparaciones entre técnicos elegidos por el propio régimen; y una trampilla que sólo se abría cuando el ascensor sobrepasaba el garaje, ocultaba el segundo sótano a quien hubiese podido asomarse al hueco.
Sin embargo, tras la muerte del dictador Francisco Franco, se canceló aquel proyecto.
Tratando de arrojar tierra sobre el asunto, los sujetos en experimentación fueron sacrificados, y toda documentación relativa al proyecto fue destruida. Casi todos los cabos quedaron atados.
-¿Cómo que casi todos los cabos? Preguntamos mi amigo y yo a aquel hombre.
-Sí -dijo él-. Resulta que, una vez, aprovechando el revuelo de los últimos días, mientras todo el mundo corría arriba y abajo tratando de hacer desaparecer pruebas y evidencias, uno de los niños desapareció sin dejar rastro, y nadie más volvió a saber de él.
Mi amigo y yo nos miramos, aterrados. Nos despedimos del viejo y volvimos a nuestras casas.
Y desde entonces, no he vuelto a subirme a un ascensor. Y, por si a alguien le interesa, vendo mi casa. Es un quinto piso, muy luminoso. Y, además, tiene ascensor y garaje.
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2023.10.19 04:13 Estacion-33 Nunca tomen el piso secreto del ascensor

Buenas noches tenemos otra historia espeluznante para ustedes esta noche, es una historia original en español y ambientada en madrid, cambiamos unas palabras para hacerla mas entendible a el publico latino
Les dejo el video aqui:https://youtu.be/P8R_doHR3LU
Y el Texto aqui
Todo ocurrió una cálida noche de verano, de ésas en las que, aunque la temperatura es agradable e invita a dar un largo paseo bajo la luz de las lamparas, da la sensación de que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para encerrarse en casa.
Eran, más o menos, las dos de la madrugada. Había pasado varias horas vagueando ante la computadora, así que decidí que era momento de estirar los músculos haciendo algo de ejercicio, bajando a la calle para tirar la basura y fumar un cigarro, por ejemplo.
Me puse unos tenis deportivos , me dirigí a la cocina, saqué la bolsa del bote de basuray le hice un par de nudos. Tras asegurarme de que no olvidaba llaves, encendedor ni tabaco, cerré la puerta del piso y me dirigí a las escaleras abajo. Habría podido elegir tomar el ascensor, pero, teniendo en cuenta que a esos cacharros les suele dar por pararse de golpe, habría sido un error quedarme encerrado dentro con la única compañía de una maloliente bolsa de basura.
Recorrí los pocos metros que separaban mi portal de los contenedores, disfrutando del ambiente de soledad que reinaba en mi calle, unido a la tenue iluminación y la invisible caricia procedente del asfalto caliente bajo mis pies. Tras meter la bolsa en uno de los botes, volví a mi portal y, antes de entrar, encendí un cigarrillo, disfrutando de cada calada, mientras oía en la distancia el sonido de ambulancias y coches acelerando: la banda sonora que suena de fondo cada noche en la gran ciudad que es Madrid.
Mientras daba buena cuenta de mi cigarro, eché un ojo al gran edificio de viviendas que esperaba mi regreso: Un bloque levantado a finales de los años sesenta, con paredes de ladrillo rojizo, seis alturas y una planta de garaje bajo sus cimientos, similar a los cientos de edificios que, en aquella época, el Ministerio de Vivienda construyó en toda España.
Junto al portal, aún se conservaba la placa que daba fe de ello.
Mis padres fueron los primeros dueños de la casa. Tras el paso de los años, su afán ahorrador les permitió hacerse con una cabaña en las afueras, por lo que yo, siendo hijo único, tuve la suerte de pasar a ser el dueño (y único habitante), de la vivienda.
Cuando acabé el cigarrillo, tiré la colilla al suelo y entré en el portal.
Por un momento, pensé en subir andando hasta el quinto piso, donde vivo, pero la flojera pudo más, así que llamé al ascensor. Cuando éste llegó a la planta baja, entré en el.
Una de las curiosidades que tenía aquel edificio era dicho ascensor. No todos los bloques de viviendas de la época contaban con uno, y se consideraba una mezcla de lujo y suerte el poder llegar a casa en uno de estos cuando se levantó el edificio. Esto hacía que la estructura fuese algo vieja: sus paredes, sus espejos y su cuadro de botones tenían más de cincuenta años. Lo que más me llamaba la atención de este último detalle era el correspondiente al garaje. Había un botón para cada piso, excepto para el sótano, en cuyo lugar había una cerradura. Todos los vecinos teníamos copia de la llave.
El motivo era, según los constructores, evitar que el cálido garaje se llenase de mendigos por las noches.
Miré aquella cerradura con curiosidad. Aquella vieja cerradura. Entonces, una idea se me pasó por la cabeza. En lugar de pulsar el botón del quinto piso, eché mano al manojo de llaves que había en mi bolsillo e introduje la llave correspondiente. Para acceder al sótano, había que girar la llave hacia la izquierda, pero, ¿qué ocurriría si la giraba hacia la derecha?
Hice la prueba. Nada. La cerradura hacía tope, como era de esperar. Estupido, volví a intentarlo, girando con más fuerza. Con mucha más fuerza.
En ese momento, de forma inesperada, la cerradura cedió, poniendo el ascensor en marcha. Sorprendido ante aquello, fijé los ojos en el indicador luminoso. Mientras el ascensor descendía, aquél paso de mostrar un 0 a mostrar un -1.
Pero, llegado a este piso, el ascensor no se detuvo.
Durante casi un minuto, el trasto continuó bajando, traqueteando y rugiendo como de costumbre. El indicador luminoso mostraba dos guiones intermitentes. Entonces, de repente, el ascensor se detuvo y su puerta se abrió.
Ante mis ojos se extendía un largo y estrecho pasillo, apenas más ancho que el propio ascensor. La iluminación procedente del interior de éste no bastaba para iluminar aquel pasillo, que era engullido por una tenebrosa oscuridad, y no se apreciaban escaleras que llegasen allí desde un piso superior.
-¿Hola? Mi voz retumbó por las paredes y desapareció en el oscuro espacio.
A pesar de que la situación me imponía algo de respeto, la curiosidad ante el nuevo sótano recién descubierto pudo más. Decidido a investigar aquel lugar, encendí mi encendedor y abandoné la protectora luz del ascensor.
Me giré por un momento, y vi que, en aquella planta, no había botón para llamar al ascensor, sino una cerradura. confundido, continué avanzando hacia la oscuridad.
El ambiente era denso y húmedo, acompañado de una ligera fetidez. A unos veinte metros, el pasillo torcía hacia la derecha, desembocando en una galería a la que daban varias puertas, como en las cárceles que salen en las películas.
Algunas puertas estaban cerradas y otras abiertas, y el suelo estaba lleno de polvo, cristales rotos y otros objetos.
La mugre que invadía el lugar me disuadió de palpar la pared en busca de interruptores de luz, por lo que confié en la pequeña llama que portaba en mi mano. Al internarme en la galería, me agaché y acerqué mi encendedor al suelo para examinar con más detalle qué eran aquellos pequeños bultos que pisaba irremediablemente a cada paso. Descubrí jeringuillas, trozos de probetas, piezas de rompecabezas infantiles, muñecas… Aquello resultaba de lo más tétrico. Me incorporé nuevamente, disponiéndome a analizar las pequeñas dependencias que rodeaban la galería.
Uno de los detalles que percibí fue la falta de ventilación o iluminación exterior. Aunque era noche cerrada, no había rastro de salidas al exterior por las que se colase la luz de las lamparas, ni ninguna corriente de aire que hiciese vibrar a la llama de mi encendedor. Aquel era un lugar completamente cerrado, y a saber a cuántos metros bajo tierra me encontraba en aquel momento.
Recorrí varias de las salitas, y vi que todas tenían elementos en común: pequeños, anticuados y oxidados camastros, mesitas y sillas. Y material médico. El lugar estaba infestado de gasas, correas, pastillas desperdigadas por el suelo… Aquello parecía un hospital en miniatura. Un hospital antiguo y fantasmagórico, detenido en una época pasada, en el que la acumulación de polvo es el único indicador del paso del tiempo.
Aún me arrepiento de entrar en una de aquellas dependencias. La luz del encendedor mostraba, sobre el mugriento colchón, un bulto del tamaño de un ser humano, envuelto en ropa de hospital. Me acerqué sigilosamente, temiendo lo peor, y arrimé el encendedor al gran objeto.
El aumento de luz mostró una escena horripilante: rodeado de heces y manchas de orina, se mostraba ante mí un cadáver humano en posición fetal que me daba la espalda. El hedor era insoportable. Resisti el vomito mientras permanecía en cuclillas, ante aquella infernal escena.
De repente, el terror invadió mi cuerpo. Aquel cuerpo se giró de forma brusca y, lo que en principio había clasificado como “humano”, mostró ser algo diferente, indefinido e indescriptible.
El cuerpo de aquel ser estaba cubierto de llagas y heridas; en lugar manos y pies, sus extremidades se encontraban rematadas por extrañas deformidades y bultos recorrían su torso, dándole un aspecto monstruoso.
Pero lo peor era su rostro: sus ojos, grandes e inyectados en sangre, estaban protegidos por unos párpados abultados y sin pestañas. En lugar de pelo, su cabeza poseía infinidad de cicatrices y grapas que partían desde sus pobladas cejas y sienes y se perdían hacia su nuca. Sus orejas, irregulares y enormes, no mostraban pliegue alguno, dotando al ser de un aspecto simiesco. Tampoco poseía nariz, y de sus orificios nasales surgían dos hilos de sangre reseca. Rematando aquel cuadro tan desagradable, se encontraba su “boca”: un orificio de comisuras agrietadas, sin labios, de cuyo interior carente de dientes y lengua, provenía el peor olor a podrido que he percibido en mi vida.
Sus ojos se fijaron en los míos, y de su garganta surgió un bramido gutural, ronco y a la vez potente.
Grité. Grité con todas mis fuerzas y mi voz se entremezcló con la del monstruo. Teniendo en cuenta la postura en la que me encontraba, caí de espaldas sobre el mugriento suelo, y el encendedor se escapó de mi mano, dejando el lugar en la más absoluta oscuridad.
Mientras palpaba el suelo en busca del encendedor , oí cómo crujían los resortes del colchón y, antes de que pudiese reaccionar, aquel despojo se me echó encima, lanzando una vez más su aterrador alarido. Sentí su aliento contra mi rostro, mientras su apestosa saliva caía sobre mi frente, y un escalofrío me recorría de arriba abajo. Olvide el querer obtener mi encendedor y pataleé con todas mis fuerzas, tratando de zafarme del horripilante ser.
Me arrastré unos metros hacia atrás, me levanté y salí de la estancia, a oscuras, tratando de recordar la forma del piso, temiendo tropezar o golpearme con alguna de las paredes. Mientras huía en dirección al ascensor, pude oír cómo aquello se arrastraba entre los cristales rotos del suelo, siguiendo mis pasos.
Llegué al pasillo y sentí que volvía a la vida cuando me invadió la luz encendida del ascensor abierto. Entré, pulsé el botón del quinto piso y, lleno de impaciencia y pavor, esperé a que la puerta se cerrase y el ascensor se pusiese en marcha.
Sin embargo, el aparato no obedecía mis órdenes. Aunque el botón del quinto piso estaba encendido, la puerta no se cerraba. Y el crujir de cristales se oía cada vez más cerca. Me di media vuelta. Ante mí, el pasillo se extendía una vez más, engullendo la luz del ascensor. Sin embargo, ahora no sentía curiosidad ante aquella escena. Sentía verdadero horror. Quería huir de allí. Y el ascensor no se movía. De repente, se hizo el silencio.
Estaba tan aterrorizado que todos mis músculos se paralizaron. En ese momento, el ser surgió del pasillo oscuro, arrastrándose con una velocidad insólita. Venía hacia mí, mientras gruñía, jadeaba y chillaba como ninguna criatura conocida. Apreté repetidamente el botón del quinto piso, con pulso tembloroso, mientras el miedo me hacía llorar y la criatura se aproximaba rápidamente. Cuando estaba a punto de entrar en el ascensor, le tire una patada, lo que le hizo retroceder atemorizado, sin que apartase la vista de mis ojos en ningún momento.
En ese instante, las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a subir.
Fijé la vista en el indicador luminoso: los dos guiones parpadeantes dieron paso a un -1, luego a un 0, un 1, y asi sucesivamente. Algo más calmado, me miré en el espejo y fui consciente de mi aspecto. Mi rostro estaba cubierto de una mezcla de baba y mucosa sangrienta, mezclada con mis propias lágrimas. Cuando quise pasar costado de la mano por mi frente, descubrí que mis ensangrentadas palmas estaban llenas de cristales rotos, y comencé a sentir su dolor; minutos antes, en aquel segundo sótano, el miedo no me había permitido ser consciente de cómo se habían clavado en mi piel.
Llegué a casa y entré corriendo al baño. Los recientes recuerdos de todo lo que había ocurrido allí abajo se agolparon en mi mente, y no pude evitar arrodillarme ante el escusado y vomitar la cena. Me di un baño más largo de lo habitual, aún invadido por el asco, curé las heridas de mis manos, y esperé a que llegase el día, incapaz de dormir.
A la mañana siguiente, cuando la luz del día se llevó todos mis miedos, llamé a un amigo que vivía en uno de los edificios cercanos.
Dicho edificio era similar al mío: construido en la misma época, con la misma planta, y con un ascensor exactamente similar. Tras contarle la historia y soportar sus burlas, me aseguró que haría la prueba en su ascensor, y que me llamaría para contarme qué había ocurrido en su caso.
Esperé su llamada ansiosoy, a los pocos minutos, sonó el teléfono. Era él, y su voz sonaba entrecortada y temblorosa. Bajo su casa también había un segundo sótano, húmedo y maloliente. Sin embargo, él no se había atrevido a adentrarse, y no tenía intención de hacerlo.
“No pienso volver a tomar ese ascensor en mi puta vida.” Eso fue lo que me dijo.
Y la verdad es que su opinión coincidía completamente con la mia.
A pesar de nuestros temores, nos decidimos a investigar sobre el asunto. Así, dimos con el que fue por aquel entonces presidente de la constructora encargada de levantar los edificios; hoy en día un anciano con un pie en el cementerio. Tras varias reticencias, nos explicó el por qué de aquellos sótanos secretos: en 1966, la recién inaugurada central nuclear de Zorita, en Guadalajara, había sufrido una grave fuga en uno de sus reactores, provocando una nube radiactiva que se extendió por los pueblos de los alrededores.
El régimen fresquista no podía permitir que la opinión pública tuviese noticia de un fallo en su primera instalación nuclear, por lo que contactó con las parejas jóvenes del lugar, ofreciéndoles trasladarse a Madrid, a los edificios en los que mi amigo y yo vivíamos, pues a pocos metros se encontraba un hospital que podría seguir la evolución de dichas parejas y los hijos que pudiesen tener en el futuro. Para disimular aún más la situación, vendieron algunas de las viviendas a gente corriente que no tenía nada que ver con el incidente (como mis padres, o los padres de mi amigo, por ejemplo).
Sin embargo, la intención del régimen era muy distinta: conocedores de las secuelas que la nube radiactiva tendría en esta gente, vigilaron cada nuevo embarazo que se produjo entre ellos, supervisando su evolución y haciendo “desaparecer” a todos aquellos recién nacidos que sufriesen graves malformaciones.
Aprovechaban la tranquilidad de la noche, para, haciéndose pasar por encargados de mudanzas, llevar a los bebés a su nuevo “hogar”. Aquellos sótanos, por otra parte, eran el lugar perfecto para realizar investigaciones sobre los niños, pues nadie sabía de su existencia.
El propio mecanismo de los ascensores se había mantenido en secreto, recayendo la tarea de llevar a cabo revisiones y reparaciones entre técnicos elegidos por el propio régimen; y una trampilla que sólo se abría cuando el ascensor sobrepasaba el garaje, ocultaba el segundo sótano a quien hubiese podido asomarse al hueco.
Sin embargo, tras la muerte del dictador Francisco Franco, se canceló aquel proyecto.
Tratando de arrojar tierra sobre el asunto, los sujetos en experimentación fueron sacrificados, y toda documentación relativa al proyecto fue destruida. Casi todos los cabos quedaron atados.
-¿Cómo que casi todos los cabos? Preguntamos mi amigo y yo a aquel hombre.
-Sí -dijo él-. Resulta que, una vez, aprovechando el revuelo de los últimos días, mientras todo el mundo corría arriba y abajo tratando de hacer desaparecer pruebas y evidencias, uno de los niños desapareció sin dejar rastro, y nadie más volvió a saber de él.
Mi amigo y yo nos miramos, aterrados. Nos despedimos del viejo y volvimos a nuestras casas.
Y desde entonces, no he vuelto a subirme a un ascensor. Y, por si a alguien le interesa, vendo mi casa. Es un quinto piso, muy luminoso. Y, además, tiene ascensor y garaje.
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2023.10.19 04:13 Estacion-33 Nunca tomen el piso secreto del ascensor

Buenas noches tenemos otra historia espeluznante para ustedes esta noche, es una historia original en español y ambientada en madrid, cambiamos unas palabras para hacerla mas entendible a el publico latino
Les dejo el video aqui:https://youtu.be/P8R_doHR3LU
Y el Texto aqui
Todo ocurrió una cálida noche de verano, de ésas en las que, aunque la temperatura es agradable e invita a dar un largo paseo bajo la luz de las lamparas, da la sensación de que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para encerrarse en casa.
Eran, más o menos, las dos de la madrugada. Había pasado varias horas vagueando ante la computadora, así que decidí que era momento de estirar los músculos haciendo algo de ejercicio, bajando a la calle para tirar la basura y fumar un cigarro, por ejemplo.
Me puse unos tenis deportivos , me dirigí a la cocina, saqué la bolsa del bote de basuray le hice un par de nudos. Tras asegurarme de que no olvidaba llaves, encendedor ni tabaco, cerré la puerta del piso y me dirigí a las escaleras abajo. Habría podido elegir tomar el ascensor, pero, teniendo en cuenta que a esos cacharros les suele dar por pararse de golpe, habría sido un error quedarme encerrado dentro con la única compañía de una maloliente bolsa de basura.
Recorrí los pocos metros que separaban mi portal de los contenedores, disfrutando del ambiente de soledad que reinaba en mi calle, unido a la tenue iluminación y la invisible caricia procedente del asfalto caliente bajo mis pies. Tras meter la bolsa en uno de los botes, volví a mi portal y, antes de entrar, encendí un cigarrillo, disfrutando de cada calada, mientras oía en la distancia el sonido de ambulancias y coches acelerando: la banda sonora que suena de fondo cada noche en la gran ciudad que es Madrid.
Mientras daba buena cuenta de mi cigarro, eché un ojo al gran edificio de viviendas que esperaba mi regreso: Un bloque levantado a finales de los años sesenta, con paredes de ladrillo rojizo, seis alturas y una planta de garaje bajo sus cimientos, similar a los cientos de edificios que, en aquella época, el Ministerio de Vivienda construyó en toda España.
Junto al portal, aún se conservaba la placa que daba fe de ello.
Mis padres fueron los primeros dueños de la casa. Tras el paso de los años, su afán ahorrador les permitió hacerse con una cabaña en las afueras, por lo que yo, siendo hijo único, tuve la suerte de pasar a ser el dueño (y único habitante), de la vivienda.
Cuando acabé el cigarrillo, tiré la colilla al suelo y entré en el portal.
Por un momento, pensé en subir andando hasta el quinto piso, donde vivo, pero la flojera pudo más, así que llamé al ascensor. Cuando éste llegó a la planta baja, entré en el.
Una de las curiosidades que tenía aquel edificio era dicho ascensor. No todos los bloques de viviendas de la época contaban con uno, y se consideraba una mezcla de lujo y suerte el poder llegar a casa en uno de estos cuando se levantó el edificio. Esto hacía que la estructura fuese algo vieja: sus paredes, sus espejos y su cuadro de botones tenían más de cincuenta años. Lo que más me llamaba la atención de este último detalle era el correspondiente al garaje. Había un botón para cada piso, excepto para el sótano, en cuyo lugar había una cerradura. Todos los vecinos teníamos copia de la llave.
El motivo era, según los constructores, evitar que el cálido garaje se llenase de mendigos por las noches.
Miré aquella cerradura con curiosidad. Aquella vieja cerradura. Entonces, una idea se me pasó por la cabeza. En lugar de pulsar el botón del quinto piso, eché mano al manojo de llaves que había en mi bolsillo e introduje la llave correspondiente. Para acceder al sótano, había que girar la llave hacia la izquierda, pero, ¿qué ocurriría si la giraba hacia la derecha?
Hice la prueba. Nada. La cerradura hacía tope, como era de esperar. Estupido, volví a intentarlo, girando con más fuerza. Con mucha más fuerza.
En ese momento, de forma inesperada, la cerradura cedió, poniendo el ascensor en marcha. Sorprendido ante aquello, fijé los ojos en el indicador luminoso. Mientras el ascensor descendía, aquél paso de mostrar un 0 a mostrar un -1.
Pero, llegado a este piso, el ascensor no se detuvo.
Durante casi un minuto, el trasto continuó bajando, traqueteando y rugiendo como de costumbre. El indicador luminoso mostraba dos guiones intermitentes. Entonces, de repente, el ascensor se detuvo y su puerta se abrió.
Ante mis ojos se extendía un largo y estrecho pasillo, apenas más ancho que el propio ascensor. La iluminación procedente del interior de éste no bastaba para iluminar aquel pasillo, que era engullido por una tenebrosa oscuridad, y no se apreciaban escaleras que llegasen allí desde un piso superior.
-¿Hola? Mi voz retumbó por las paredes y desapareció en el oscuro espacio.
A pesar de que la situación me imponía algo de respeto, la curiosidad ante el nuevo sótano recién descubierto pudo más. Decidido a investigar aquel lugar, encendí mi encendedor y abandoné la protectora luz del ascensor.
Me giré por un momento, y vi que, en aquella planta, no había botón para llamar al ascensor, sino una cerradura. confundido, continué avanzando hacia la oscuridad.
El ambiente era denso y húmedo, acompañado de una ligera fetidez. A unos veinte metros, el pasillo torcía hacia la derecha, desembocando en una galería a la que daban varias puertas, como en las cárceles que salen en las películas.
Algunas puertas estaban cerradas y otras abiertas, y el suelo estaba lleno de polvo, cristales rotos y otros objetos.
La mugre que invadía el lugar me disuadió de palpar la pared en busca de interruptores de luz, por lo que confié en la pequeña llama que portaba en mi mano. Al internarme en la galería, me agaché y acerqué mi encendedor al suelo para examinar con más detalle qué eran aquellos pequeños bultos que pisaba irremediablemente a cada paso. Descubrí jeringuillas, trozos de probetas, piezas de rompecabezas infantiles, muñecas… Aquello resultaba de lo más tétrico. Me incorporé nuevamente, disponiéndome a analizar las pequeñas dependencias que rodeaban la galería.
Uno de los detalles que percibí fue la falta de ventilación o iluminación exterior. Aunque era noche cerrada, no había rastro de salidas al exterior por las que se colase la luz de las lamparas, ni ninguna corriente de aire que hiciese vibrar a la llama de mi encendedor. Aquel era un lugar completamente cerrado, y a saber a cuántos metros bajo tierra me encontraba en aquel momento.
Recorrí varias de las salitas, y vi que todas tenían elementos en común: pequeños, anticuados y oxidados camastros, mesitas y sillas. Y material médico. El lugar estaba infestado de gasas, correas, pastillas desperdigadas por el suelo… Aquello parecía un hospital en miniatura. Un hospital antiguo y fantasmagórico, detenido en una época pasada, en el que la acumulación de polvo es el único indicador del paso del tiempo.
Aún me arrepiento de entrar en una de aquellas dependencias. La luz del encendedor mostraba, sobre el mugriento colchón, un bulto del tamaño de un ser humano, envuelto en ropa de hospital. Me acerqué sigilosamente, temiendo lo peor, y arrimé el encendedor al gran objeto.
El aumento de luz mostró una escena horripilante: rodeado de heces y manchas de orina, se mostraba ante mí un cadáver humano en posición fetal que me daba la espalda. El hedor era insoportable. Resisti el vomito mientras permanecía en cuclillas, ante aquella infernal escena.
De repente, el terror invadió mi cuerpo. Aquel cuerpo se giró de forma brusca y, lo que en principio había clasificado como “humano”, mostró ser algo diferente, indefinido e indescriptible.
El cuerpo de aquel ser estaba cubierto de llagas y heridas; en lugar manos y pies, sus extremidades se encontraban rematadas por extrañas deformidades y bultos recorrían su torso, dándole un aspecto monstruoso.
Pero lo peor era su rostro: sus ojos, grandes e inyectados en sangre, estaban protegidos por unos párpados abultados y sin pestañas. En lugar de pelo, su cabeza poseía infinidad de cicatrices y grapas que partían desde sus pobladas cejas y sienes y se perdían hacia su nuca. Sus orejas, irregulares y enormes, no mostraban pliegue alguno, dotando al ser de un aspecto simiesco. Tampoco poseía nariz, y de sus orificios nasales surgían dos hilos de sangre reseca. Rematando aquel cuadro tan desagradable, se encontraba su “boca”: un orificio de comisuras agrietadas, sin labios, de cuyo interior carente de dientes y lengua, provenía el peor olor a podrido que he percibido en mi vida.
Sus ojos se fijaron en los míos, y de su garganta surgió un bramido gutural, ronco y a la vez potente.
Grité. Grité con todas mis fuerzas y mi voz se entremezcló con la del monstruo. Teniendo en cuenta la postura en la que me encontraba, caí de espaldas sobre el mugriento suelo, y el encendedor se escapó de mi mano, dejando el lugar en la más absoluta oscuridad.
Mientras palpaba el suelo en busca del encendedor , oí cómo crujían los resortes del colchón y, antes de que pudiese reaccionar, aquel despojo se me echó encima, lanzando una vez más su aterrador alarido. Sentí su aliento contra mi rostro, mientras su apestosa saliva caía sobre mi frente, y un escalofrío me recorría de arriba abajo. Olvide el querer obtener mi encendedor y pataleé con todas mis fuerzas, tratando de zafarme del horripilante ser.
Me arrastré unos metros hacia atrás, me levanté y salí de la estancia, a oscuras, tratando de recordar la forma del piso, temiendo tropezar o golpearme con alguna de las paredes. Mientras huía en dirección al ascensor, pude oír cómo aquello se arrastraba entre los cristales rotos del suelo, siguiendo mis pasos.
Llegué al pasillo y sentí que volvía a la vida cuando me invadió la luz encendida del ascensor abierto. Entré, pulsé el botón del quinto piso y, lleno de impaciencia y pavor, esperé a que la puerta se cerrase y el ascensor se pusiese en marcha.
Sin embargo, el aparato no obedecía mis órdenes. Aunque el botón del quinto piso estaba encendido, la puerta no se cerraba. Y el crujir de cristales se oía cada vez más cerca. Me di media vuelta. Ante mí, el pasillo se extendía una vez más, engullendo la luz del ascensor. Sin embargo, ahora no sentía curiosidad ante aquella escena. Sentía verdadero horror. Quería huir de allí. Y el ascensor no se movía. De repente, se hizo el silencio.
Estaba tan aterrorizado que todos mis músculos se paralizaron. En ese momento, el ser surgió del pasillo oscuro, arrastrándose con una velocidad insólita. Venía hacia mí, mientras gruñía, jadeaba y chillaba como ninguna criatura conocida. Apreté repetidamente el botón del quinto piso, con pulso tembloroso, mientras el miedo me hacía llorar y la criatura se aproximaba rápidamente. Cuando estaba a punto de entrar en el ascensor, le tire una patada, lo que le hizo retroceder atemorizado, sin que apartase la vista de mis ojos en ningún momento.
En ese instante, las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a subir.
Fijé la vista en el indicador luminoso: los dos guiones parpadeantes dieron paso a un -1, luego a un 0, un 1, y asi sucesivamente. Algo más calmado, me miré en el espejo y fui consciente de mi aspecto. Mi rostro estaba cubierto de una mezcla de baba y mucosa sangrienta, mezclada con mis propias lágrimas. Cuando quise pasar costado de la mano por mi frente, descubrí que mis ensangrentadas palmas estaban llenas de cristales rotos, y comencé a sentir su dolor; minutos antes, en aquel segundo sótano, el miedo no me había permitido ser consciente de cómo se habían clavado en mi piel.
Llegué a casa y entré corriendo al baño. Los recientes recuerdos de todo lo que había ocurrido allí abajo se agolparon en mi mente, y no pude evitar arrodillarme ante el escusado y vomitar la cena. Me di un baño más largo de lo habitual, aún invadido por el asco, curé las heridas de mis manos, y esperé a que llegase el día, incapaz de dormir.
A la mañana siguiente, cuando la luz del día se llevó todos mis miedos, llamé a un amigo que vivía en uno de los edificios cercanos.
Dicho edificio era similar al mío: construido en la misma época, con la misma planta, y con un ascensor exactamente similar. Tras contarle la historia y soportar sus burlas, me aseguró que haría la prueba en su ascensor, y que me llamaría para contarme qué había ocurrido en su caso.
Esperé su llamada ansiosoy, a los pocos minutos, sonó el teléfono. Era él, y su voz sonaba entrecortada y temblorosa. Bajo su casa también había un segundo sótano, húmedo y maloliente. Sin embargo, él no se había atrevido a adentrarse, y no tenía intención de hacerlo.
“No pienso volver a tomar ese ascensor en mi puta vida.” Eso fue lo que me dijo.
Y la verdad es que su opinión coincidía completamente con la mia.
A pesar de nuestros temores, nos decidimos a investigar sobre el asunto. Así, dimos con el que fue por aquel entonces presidente de la constructora encargada de levantar los edificios; hoy en día un anciano con un pie en el cementerio. Tras varias reticencias, nos explicó el por qué de aquellos sótanos secretos: en 1966, la recién inaugurada central nuclear de Zorita, en Guadalajara, había sufrido una grave fuga en uno de sus reactores, provocando una nube radiactiva que se extendió por los pueblos de los alrededores.
El régimen fresquista no podía permitir que la opinión pública tuviese noticia de un fallo en su primera instalación nuclear, por lo que contactó con las parejas jóvenes del lugar, ofreciéndoles trasladarse a Madrid, a los edificios en los que mi amigo y yo vivíamos, pues a pocos metros se encontraba un hospital que podría seguir la evolución de dichas parejas y los hijos que pudiesen tener en el futuro. Para disimular aún más la situación, vendieron algunas de las viviendas a gente corriente que no tenía nada que ver con el incidente (como mis padres, o los padres de mi amigo, por ejemplo).
Sin embargo, la intención del régimen era muy distinta: conocedores de las secuelas que la nube radiactiva tendría en esta gente, vigilaron cada nuevo embarazo que se produjo entre ellos, supervisando su evolución y haciendo “desaparecer” a todos aquellos recién nacidos que sufriesen graves malformaciones.
Aprovechaban la tranquilidad de la noche, para, haciéndose pasar por encargados de mudanzas, llevar a los bebés a su nuevo “hogar”. Aquellos sótanos, por otra parte, eran el lugar perfecto para realizar investigaciones sobre los niños, pues nadie sabía de su existencia.
El propio mecanismo de los ascensores se había mantenido en secreto, recayendo la tarea de llevar a cabo revisiones y reparaciones entre técnicos elegidos por el propio régimen; y una trampilla que sólo se abría cuando el ascensor sobrepasaba el garaje, ocultaba el segundo sótano a quien hubiese podido asomarse al hueco.
Sin embargo, tras la muerte del dictador Francisco Franco, se canceló aquel proyecto.
Tratando de arrojar tierra sobre el asunto, los sujetos en experimentación fueron sacrificados, y toda documentación relativa al proyecto fue destruida. Casi todos los cabos quedaron atados.
-¿Cómo que casi todos los cabos? Preguntamos mi amigo y yo a aquel hombre.
-Sí -dijo él-. Resulta que, una vez, aprovechando el revuelo de los últimos días, mientras todo el mundo corría arriba y abajo tratando de hacer desaparecer pruebas y evidencias, uno de los niños desapareció sin dejar rastro, y nadie más volvió a saber de él.
Mi amigo y yo nos miramos, aterrados. Nos despedimos del viejo y volvimos a nuestras casas.
Y desde entonces, no he vuelto a subirme a un ascensor. Y, por si a alguien le interesa, vendo mi casa. Es un quinto piso, muy luminoso. Y, además, tiene ascensor y garaje.
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2023.10.19 04:13 Estacion-33 Nunca tomen el piso secreto del ascensor

Buenas noches tenemos otra historia espeluznante para ustedes esta noche, es una historia original en español y ambientada en madrid, cambiamos unas palabras para hacerla mas entendible a el publico latino
Les dejo el video aqui:https://youtu.be/P8R_doHR3LU
Y el Texto aqui
Todo ocurrió una cálida noche de verano, de ésas en las que, aunque la temperatura es agradable e invita a dar un largo paseo bajo la luz de las lamparas, da la sensación de que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para encerrarse en casa.
Eran, más o menos, las dos de la madrugada. Había pasado varias horas vagueando ante la computadora, así que decidí que era momento de estirar los músculos haciendo algo de ejercicio, bajando a la calle para tirar la basura y fumar un cigarro, por ejemplo.
Me puse unos tenis deportivos , me dirigí a la cocina, saqué la bolsa del bote de basuray le hice un par de nudos. Tras asegurarme de que no olvidaba llaves, encendedor ni tabaco, cerré la puerta del piso y me dirigí a las escaleras abajo. Habría podido elegir tomar el ascensor, pero, teniendo en cuenta que a esos cacharros les suele dar por pararse de golpe, habría sido un error quedarme encerrado dentro con la única compañía de una maloliente bolsa de basura.
Recorrí los pocos metros que separaban mi portal de los contenedores, disfrutando del ambiente de soledad que reinaba en mi calle, unido a la tenue iluminación y la invisible caricia procedente del asfalto caliente bajo mis pies. Tras meter la bolsa en uno de los botes, volví a mi portal y, antes de entrar, encendí un cigarrillo, disfrutando de cada calada, mientras oía en la distancia el sonido de ambulancias y coches acelerando: la banda sonora que suena de fondo cada noche en la gran ciudad que es Madrid.
Mientras daba buena cuenta de mi cigarro, eché un ojo al gran edificio de viviendas que esperaba mi regreso: Un bloque levantado a finales de los años sesenta, con paredes de ladrillo rojizo, seis alturas y una planta de garaje bajo sus cimientos, similar a los cientos de edificios que, en aquella época, el Ministerio de Vivienda construyó en toda España.
Junto al portal, aún se conservaba la placa que daba fe de ello.
Mis padres fueron los primeros dueños de la casa. Tras el paso de los años, su afán ahorrador les permitió hacerse con una cabaña en las afueras, por lo que yo, siendo hijo único, tuve la suerte de pasar a ser el dueño (y único habitante), de la vivienda.
Cuando acabé el cigarrillo, tiré la colilla al suelo y entré en el portal.
Por un momento, pensé en subir andando hasta el quinto piso, donde vivo, pero la flojera pudo más, así que llamé al ascensor. Cuando éste llegó a la planta baja, entré en el.
Una de las curiosidades que tenía aquel edificio era dicho ascensor. No todos los bloques de viviendas de la época contaban con uno, y se consideraba una mezcla de lujo y suerte el poder llegar a casa en uno de estos cuando se levantó el edificio. Esto hacía que la estructura fuese algo vieja: sus paredes, sus espejos y su cuadro de botones tenían más de cincuenta años. Lo que más me llamaba la atención de este último detalle era el correspondiente al garaje. Había un botón para cada piso, excepto para el sótano, en cuyo lugar había una cerradura. Todos los vecinos teníamos copia de la llave.
El motivo era, según los constructores, evitar que el cálido garaje se llenase de mendigos por las noches.
Miré aquella cerradura con curiosidad. Aquella vieja cerradura. Entonces, una idea se me pasó por la cabeza. En lugar de pulsar el botón del quinto piso, eché mano al manojo de llaves que había en mi bolsillo e introduje la llave correspondiente. Para acceder al sótano, había que girar la llave hacia la izquierda, pero, ¿qué ocurriría si la giraba hacia la derecha?
Hice la prueba. Nada. La cerradura hacía tope, como era de esperar. Estupido, volví a intentarlo, girando con más fuerza. Con mucha más fuerza.
En ese momento, de forma inesperada, la cerradura cedió, poniendo el ascensor en marcha. Sorprendido ante aquello, fijé los ojos en el indicador luminoso. Mientras el ascensor descendía, aquél paso de mostrar un 0 a mostrar un -1.
Pero, llegado a este piso, el ascensor no se detuvo.
Durante casi un minuto, el trasto continuó bajando, traqueteando y rugiendo como de costumbre. El indicador luminoso mostraba dos guiones intermitentes. Entonces, de repente, el ascensor se detuvo y su puerta se abrió.
Ante mis ojos se extendía un largo y estrecho pasillo, apenas más ancho que el propio ascensor. La iluminación procedente del interior de éste no bastaba para iluminar aquel pasillo, que era engullido por una tenebrosa oscuridad, y no se apreciaban escaleras que llegasen allí desde un piso superior.
-¿Hola? Mi voz retumbó por las paredes y desapareció en el oscuro espacio.
A pesar de que la situación me imponía algo de respeto, la curiosidad ante el nuevo sótano recién descubierto pudo más. Decidido a investigar aquel lugar, encendí mi encendedor y abandoné la protectora luz del ascensor.
Me giré por un momento, y vi que, en aquella planta, no había botón para llamar al ascensor, sino una cerradura. confundido, continué avanzando hacia la oscuridad.
El ambiente era denso y húmedo, acompañado de una ligera fetidez. A unos veinte metros, el pasillo torcía hacia la derecha, desembocando en una galería a la que daban varias puertas, como en las cárceles que salen en las películas.
Algunas puertas estaban cerradas y otras abiertas, y el suelo estaba lleno de polvo, cristales rotos y otros objetos.
La mugre que invadía el lugar me disuadió de palpar la pared en busca de interruptores de luz, por lo que confié en la pequeña llama que portaba en mi mano. Al internarme en la galería, me agaché y acerqué mi encendedor al suelo para examinar con más detalle qué eran aquellos pequeños bultos que pisaba irremediablemente a cada paso. Descubrí jeringuillas, trozos de probetas, piezas de rompecabezas infantiles, muñecas… Aquello resultaba de lo más tétrico. Me incorporé nuevamente, disponiéndome a analizar las pequeñas dependencias que rodeaban la galería.
Uno de los detalles que percibí fue la falta de ventilación o iluminación exterior. Aunque era noche cerrada, no había rastro de salidas al exterior por las que se colase la luz de las lamparas, ni ninguna corriente de aire que hiciese vibrar a la llama de mi encendedor. Aquel era un lugar completamente cerrado, y a saber a cuántos metros bajo tierra me encontraba en aquel momento.
Recorrí varias de las salitas, y vi que todas tenían elementos en común: pequeños, anticuados y oxidados camastros, mesitas y sillas. Y material médico. El lugar estaba infestado de gasas, correas, pastillas desperdigadas por el suelo… Aquello parecía un hospital en miniatura. Un hospital antiguo y fantasmagórico, detenido en una época pasada, en el que la acumulación de polvo es el único indicador del paso del tiempo.
Aún me arrepiento de entrar en una de aquellas dependencias. La luz del encendedor mostraba, sobre el mugriento colchón, un bulto del tamaño de un ser humano, envuelto en ropa de hospital. Me acerqué sigilosamente, temiendo lo peor, y arrimé el encendedor al gran objeto.
El aumento de luz mostró una escena horripilante: rodeado de heces y manchas de orina, se mostraba ante mí un cadáver humano en posición fetal que me daba la espalda. El hedor era insoportable. Resisti el vomito mientras permanecía en cuclillas, ante aquella infernal escena.
De repente, el terror invadió mi cuerpo. Aquel cuerpo se giró de forma brusca y, lo que en principio había clasificado como “humano”, mostró ser algo diferente, indefinido e indescriptible.
El cuerpo de aquel ser estaba cubierto de llagas y heridas; en lugar manos y pies, sus extremidades se encontraban rematadas por extrañas deformidades y bultos recorrían su torso, dándole un aspecto monstruoso.
Pero lo peor era su rostro: sus ojos, grandes e inyectados en sangre, estaban protegidos por unos párpados abultados y sin pestañas. En lugar de pelo, su cabeza poseía infinidad de cicatrices y grapas que partían desde sus pobladas cejas y sienes y se perdían hacia su nuca. Sus orejas, irregulares y enormes, no mostraban pliegue alguno, dotando al ser de un aspecto simiesco. Tampoco poseía nariz, y de sus orificios nasales surgían dos hilos de sangre reseca. Rematando aquel cuadro tan desagradable, se encontraba su “boca”: un orificio de comisuras agrietadas, sin labios, de cuyo interior carente de dientes y lengua, provenía el peor olor a podrido que he percibido en mi vida.
Sus ojos se fijaron en los míos, y de su garganta surgió un bramido gutural, ronco y a la vez potente.
Grité. Grité con todas mis fuerzas y mi voz se entremezcló con la del monstruo. Teniendo en cuenta la postura en la que me encontraba, caí de espaldas sobre el mugriento suelo, y el encendedor se escapó de mi mano, dejando el lugar en la más absoluta oscuridad.
Mientras palpaba el suelo en busca del encendedor , oí cómo crujían los resortes del colchón y, antes de que pudiese reaccionar, aquel despojo se me echó encima, lanzando una vez más su aterrador alarido. Sentí su aliento contra mi rostro, mientras su apestosa saliva caía sobre mi frente, y un escalofrío me recorría de arriba abajo. Olvide el querer obtener mi encendedor y pataleé con todas mis fuerzas, tratando de zafarme del horripilante ser.
Me arrastré unos metros hacia atrás, me levanté y salí de la estancia, a oscuras, tratando de recordar la forma del piso, temiendo tropezar o golpearme con alguna de las paredes. Mientras huía en dirección al ascensor, pude oír cómo aquello se arrastraba entre los cristales rotos del suelo, siguiendo mis pasos.
Llegué al pasillo y sentí que volvía a la vida cuando me invadió la luz encendida del ascensor abierto. Entré, pulsé el botón del quinto piso y, lleno de impaciencia y pavor, esperé a que la puerta se cerrase y el ascensor se pusiese en marcha.
Sin embargo, el aparato no obedecía mis órdenes. Aunque el botón del quinto piso estaba encendido, la puerta no se cerraba. Y el crujir de cristales se oía cada vez más cerca. Me di media vuelta. Ante mí, el pasillo se extendía una vez más, engullendo la luz del ascensor. Sin embargo, ahora no sentía curiosidad ante aquella escena. Sentía verdadero horror. Quería huir de allí. Y el ascensor no se movía. De repente, se hizo el silencio.
Estaba tan aterrorizado que todos mis músculos se paralizaron. En ese momento, el ser surgió del pasillo oscuro, arrastrándose con una velocidad insólita. Venía hacia mí, mientras gruñía, jadeaba y chillaba como ninguna criatura conocida. Apreté repetidamente el botón del quinto piso, con pulso tembloroso, mientras el miedo me hacía llorar y la criatura se aproximaba rápidamente. Cuando estaba a punto de entrar en el ascensor, le tire una patada, lo que le hizo retroceder atemorizado, sin que apartase la vista de mis ojos en ningún momento.
En ese instante, las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a subir.
Fijé la vista en el indicador luminoso: los dos guiones parpadeantes dieron paso a un -1, luego a un 0, un 1, y asi sucesivamente. Algo más calmado, me miré en el espejo y fui consciente de mi aspecto. Mi rostro estaba cubierto de una mezcla de baba y mucosa sangrienta, mezclada con mis propias lágrimas. Cuando quise pasar costado de la mano por mi frente, descubrí que mis ensangrentadas palmas estaban llenas de cristales rotos, y comencé a sentir su dolor; minutos antes, en aquel segundo sótano, el miedo no me había permitido ser consciente de cómo se habían clavado en mi piel.
Llegué a casa y entré corriendo al baño. Los recientes recuerdos de todo lo que había ocurrido allí abajo se agolparon en mi mente, y no pude evitar arrodillarme ante el escusado y vomitar la cena. Me di un baño más largo de lo habitual, aún invadido por el asco, curé las heridas de mis manos, y esperé a que llegase el día, incapaz de dormir.
A la mañana siguiente, cuando la luz del día se llevó todos mis miedos, llamé a un amigo que vivía en uno de los edificios cercanos.
Dicho edificio era similar al mío: construido en la misma época, con la misma planta, y con un ascensor exactamente similar. Tras contarle la historia y soportar sus burlas, me aseguró que haría la prueba en su ascensor, y que me llamaría para contarme qué había ocurrido en su caso.
Esperé su llamada ansiosoy, a los pocos minutos, sonó el teléfono. Era él, y su voz sonaba entrecortada y temblorosa. Bajo su casa también había un segundo sótano, húmedo y maloliente. Sin embargo, él no se había atrevido a adentrarse, y no tenía intención de hacerlo.
“No pienso volver a tomar ese ascensor en mi puta vida.” Eso fue lo que me dijo.
Y la verdad es que su opinión coincidía completamente con la mia.
A pesar de nuestros temores, nos decidimos a investigar sobre el asunto. Así, dimos con el que fue por aquel entonces presidente de la constructora encargada de levantar los edificios; hoy en día un anciano con un pie en el cementerio. Tras varias reticencias, nos explicó el por qué de aquellos sótanos secretos: en 1966, la recién inaugurada central nuclear de Zorita, en Guadalajara, había sufrido una grave fuga en uno de sus reactores, provocando una nube radiactiva que se extendió por los pueblos de los alrededores.
El régimen fresquista no podía permitir que la opinión pública tuviese noticia de un fallo en su primera instalación nuclear, por lo que contactó con las parejas jóvenes del lugar, ofreciéndoles trasladarse a Madrid, a los edificios en los que mi amigo y yo vivíamos, pues a pocos metros se encontraba un hospital que podría seguir la evolución de dichas parejas y los hijos que pudiesen tener en el futuro. Para disimular aún más la situación, vendieron algunas de las viviendas a gente corriente que no tenía nada que ver con el incidente (como mis padres, o los padres de mi amigo, por ejemplo).
Sin embargo, la intención del régimen era muy distinta: conocedores de las secuelas que la nube radiactiva tendría en esta gente, vigilaron cada nuevo embarazo que se produjo entre ellos, supervisando su evolución y haciendo “desaparecer” a todos aquellos recién nacidos que sufriesen graves malformaciones.
Aprovechaban la tranquilidad de la noche, para, haciéndose pasar por encargados de mudanzas, llevar a los bebés a su nuevo “hogar”. Aquellos sótanos, por otra parte, eran el lugar perfecto para realizar investigaciones sobre los niños, pues nadie sabía de su existencia.
El propio mecanismo de los ascensores se había mantenido en secreto, recayendo la tarea de llevar a cabo revisiones y reparaciones entre técnicos elegidos por el propio régimen; y una trampilla que sólo se abría cuando el ascensor sobrepasaba el garaje, ocultaba el segundo sótano a quien hubiese podido asomarse al hueco.
Sin embargo, tras la muerte del dictador Francisco Franco, se canceló aquel proyecto.
Tratando de arrojar tierra sobre el asunto, los sujetos en experimentación fueron sacrificados, y toda documentación relativa al proyecto fue destruida. Casi todos los cabos quedaron atados.
-¿Cómo que casi todos los cabos? Preguntamos mi amigo y yo a aquel hombre.
-Sí -dijo él-. Resulta que, una vez, aprovechando el revuelo de los últimos días, mientras todo el mundo corría arriba y abajo tratando de hacer desaparecer pruebas y evidencias, uno de los niños desapareció sin dejar rastro, y nadie más volvió a saber de él.
Mi amigo y yo nos miramos, aterrados. Nos despedimos del viejo y volvimos a nuestras casas.
Y desde entonces, no he vuelto a subirme a un ascensor. Y, por si a alguien le interesa, vendo mi casa. Es un quinto piso, muy luminoso. Y, además, tiene ascensor y garaje.
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2023.10.19 04:13 Estacion-33 Nunca tomen el piso secreto del ascensor

Buenas noches tenemos otra historia espeluznante para ustedes esta noche, es una historia original en español y ambientada en madrid, cambiamos unas palabras para hacerla mas entendible a el publico latino
Les dejo el video aqui:https://youtu.be/P8R_doHR3LU
Y el Texto aqui
Todo ocurrió una cálida noche de verano, de ésas en las que, aunque la temperatura es agradable e invita a dar un largo paseo bajo la luz de las lamparas, da la sensación de que todo el mundo se ha puesto de acuerdo para encerrarse en casa.
Eran, más o menos, las dos de la madrugada. Había pasado varias horas vagueando ante la computadora, así que decidí que era momento de estirar los músculos haciendo algo de ejercicio, bajando a la calle para tirar la basura y fumar un cigarro, por ejemplo.
Me puse unos tenis deportivos , me dirigí a la cocina, saqué la bolsa del bote de basuray le hice un par de nudos. Tras asegurarme de que no olvidaba llaves, encendedor ni tabaco, cerré la puerta del piso y me dirigí a las escaleras abajo. Habría podido elegir tomar el ascensor, pero, teniendo en cuenta que a esos cacharros les suele dar por pararse de golpe, habría sido un error quedarme encerrado dentro con la única compañía de una maloliente bolsa de basura.
Recorrí los pocos metros que separaban mi portal de los contenedores, disfrutando del ambiente de soledad que reinaba en mi calle, unido a la tenue iluminación y la invisible caricia procedente del asfalto caliente bajo mis pies. Tras meter la bolsa en uno de los botes, volví a mi portal y, antes de entrar, encendí un cigarrillo, disfrutando de cada calada, mientras oía en la distancia el sonido de ambulancias y coches acelerando: la banda sonora que suena de fondo cada noche en la gran ciudad que es Madrid.
Mientras daba buena cuenta de mi cigarro, eché un ojo al gran edificio de viviendas que esperaba mi regreso: Un bloque levantado a finales de los años sesenta, con paredes de ladrillo rojizo, seis alturas y una planta de garaje bajo sus cimientos, similar a los cientos de edificios que, en aquella época, el Ministerio de Vivienda construyó en toda España.
Junto al portal, aún se conservaba la placa que daba fe de ello.
Mis padres fueron los primeros dueños de la casa. Tras el paso de los años, su afán ahorrador les permitió hacerse con una cabaña en las afueras, por lo que yo, siendo hijo único, tuve la suerte de pasar a ser el dueño (y único habitante), de la vivienda.
Cuando acabé el cigarrillo, tiré la colilla al suelo y entré en el portal.
Por un momento, pensé en subir andando hasta el quinto piso, donde vivo, pero la flojera pudo más, así que llamé al ascensor. Cuando éste llegó a la planta baja, entré en el.
Una de las curiosidades que tenía aquel edificio era dicho ascensor. No todos los bloques de viviendas de la época contaban con uno, y se consideraba una mezcla de lujo y suerte el poder llegar a casa en uno de estos cuando se levantó el edificio. Esto hacía que la estructura fuese algo vieja: sus paredes, sus espejos y su cuadro de botones tenían más de cincuenta años. Lo que más me llamaba la atención de este último detalle era el correspondiente al garaje. Había un botón para cada piso, excepto para el sótano, en cuyo lugar había una cerradura. Todos los vecinos teníamos copia de la llave.
El motivo era, según los constructores, evitar que el cálido garaje se llenase de mendigos por las noches.
Miré aquella cerradura con curiosidad. Aquella vieja cerradura. Entonces, una idea se me pasó por la cabeza. En lugar de pulsar el botón del quinto piso, eché mano al manojo de llaves que había en mi bolsillo e introduje la llave correspondiente. Para acceder al sótano, había que girar la llave hacia la izquierda, pero, ¿qué ocurriría si la giraba hacia la derecha?
Hice la prueba. Nada. La cerradura hacía tope, como era de esperar. Estupido, volví a intentarlo, girando con más fuerza. Con mucha más fuerza.
En ese momento, de forma inesperada, la cerradura cedió, poniendo el ascensor en marcha. Sorprendido ante aquello, fijé los ojos en el indicador luminoso. Mientras el ascensor descendía, aquél paso de mostrar un 0 a mostrar un -1.
Pero, llegado a este piso, el ascensor no se detuvo.
Durante casi un minuto, el trasto continuó bajando, traqueteando y rugiendo como de costumbre. El indicador luminoso mostraba dos guiones intermitentes. Entonces, de repente, el ascensor se detuvo y su puerta se abrió.
Ante mis ojos se extendía un largo y estrecho pasillo, apenas más ancho que el propio ascensor. La iluminación procedente del interior de éste no bastaba para iluminar aquel pasillo, que era engullido por una tenebrosa oscuridad, y no se apreciaban escaleras que llegasen allí desde un piso superior.
-¿Hola? Mi voz retumbó por las paredes y desapareció en el oscuro espacio.
A pesar de que la situación me imponía algo de respeto, la curiosidad ante el nuevo sótano recién descubierto pudo más. Decidido a investigar aquel lugar, encendí mi encendedor y abandoné la protectora luz del ascensor.
Me giré por un momento, y vi que, en aquella planta, no había botón para llamar al ascensor, sino una cerradura. confundido, continué avanzando hacia la oscuridad.
El ambiente era denso y húmedo, acompañado de una ligera fetidez. A unos veinte metros, el pasillo torcía hacia la derecha, desembocando en una galería a la que daban varias puertas, como en las cárceles que salen en las películas.
Algunas puertas estaban cerradas y otras abiertas, y el suelo estaba lleno de polvo, cristales rotos y otros objetos.
La mugre que invadía el lugar me disuadió de palpar la pared en busca de interruptores de luz, por lo que confié en la pequeña llama que portaba en mi mano. Al internarme en la galería, me agaché y acerqué mi encendedor al suelo para examinar con más detalle qué eran aquellos pequeños bultos que pisaba irremediablemente a cada paso. Descubrí jeringuillas, trozos de probetas, piezas de rompecabezas infantiles, muñecas… Aquello resultaba de lo más tétrico. Me incorporé nuevamente, disponiéndome a analizar las pequeñas dependencias que rodeaban la galería.
Uno de los detalles que percibí fue la falta de ventilación o iluminación exterior. Aunque era noche cerrada, no había rastro de salidas al exterior por las que se colase la luz de las lamparas, ni ninguna corriente de aire que hiciese vibrar a la llama de mi encendedor. Aquel era un lugar completamente cerrado, y a saber a cuántos metros bajo tierra me encontraba en aquel momento.
Recorrí varias de las salitas, y vi que todas tenían elementos en común: pequeños, anticuados y oxidados camastros, mesitas y sillas. Y material médico. El lugar estaba infestado de gasas, correas, pastillas desperdigadas por el suelo… Aquello parecía un hospital en miniatura. Un hospital antiguo y fantasmagórico, detenido en una época pasada, en el que la acumulación de polvo es el único indicador del paso del tiempo.
Aún me arrepiento de entrar en una de aquellas dependencias. La luz del encendedor mostraba, sobre el mugriento colchón, un bulto del tamaño de un ser humano, envuelto en ropa de hospital. Me acerqué sigilosamente, temiendo lo peor, y arrimé el encendedor al gran objeto.
El aumento de luz mostró una escena horripilante: rodeado de heces y manchas de orina, se mostraba ante mí un cadáver humano en posición fetal que me daba la espalda. El hedor era insoportable. Resisti el vomito mientras permanecía en cuclillas, ante aquella infernal escena.
De repente, el terror invadió mi cuerpo. Aquel cuerpo se giró de forma brusca y, lo que en principio había clasificado como “humano”, mostró ser algo diferente, indefinido e indescriptible.
El cuerpo de aquel ser estaba cubierto de llagas y heridas; en lugar manos y pies, sus extremidades se encontraban rematadas por extrañas deformidades y bultos recorrían su torso, dándole un aspecto monstruoso.
Pero lo peor era su rostro: sus ojos, grandes e inyectados en sangre, estaban protegidos por unos párpados abultados y sin pestañas. En lugar de pelo, su cabeza poseía infinidad de cicatrices y grapas que partían desde sus pobladas cejas y sienes y se perdían hacia su nuca. Sus orejas, irregulares y enormes, no mostraban pliegue alguno, dotando al ser de un aspecto simiesco. Tampoco poseía nariz, y de sus orificios nasales surgían dos hilos de sangre reseca. Rematando aquel cuadro tan desagradable, se encontraba su “boca”: un orificio de comisuras agrietadas, sin labios, de cuyo interior carente de dientes y lengua, provenía el peor olor a podrido que he percibido en mi vida.
Sus ojos se fijaron en los míos, y de su garganta surgió un bramido gutural, ronco y a la vez potente.
Grité. Grité con todas mis fuerzas y mi voz se entremezcló con la del monstruo. Teniendo en cuenta la postura en la que me encontraba, caí de espaldas sobre el mugriento suelo, y el encendedor se escapó de mi mano, dejando el lugar en la más absoluta oscuridad.
Mientras palpaba el suelo en busca del encendedor , oí cómo crujían los resortes del colchón y, antes de que pudiese reaccionar, aquel despojo se me echó encima, lanzando una vez más su aterrador alarido. Sentí su aliento contra mi rostro, mientras su apestosa saliva caía sobre mi frente, y un escalofrío me recorría de arriba abajo. Olvide el querer obtener mi encendedor y pataleé con todas mis fuerzas, tratando de zafarme del horripilante ser.
Me arrastré unos metros hacia atrás, me levanté y salí de la estancia, a oscuras, tratando de recordar la forma del piso, temiendo tropezar o golpearme con alguna de las paredes. Mientras huía en dirección al ascensor, pude oír cómo aquello se arrastraba entre los cristales rotos del suelo, siguiendo mis pasos.
Llegué al pasillo y sentí que volvía a la vida cuando me invadió la luz encendida del ascensor abierto. Entré, pulsé el botón del quinto piso y, lleno de impaciencia y pavor, esperé a que la puerta se cerrase y el ascensor se pusiese en marcha.
Sin embargo, el aparato no obedecía mis órdenes. Aunque el botón del quinto piso estaba encendido, la puerta no se cerraba. Y el crujir de cristales se oía cada vez más cerca. Me di media vuelta. Ante mí, el pasillo se extendía una vez más, engullendo la luz del ascensor. Sin embargo, ahora no sentía curiosidad ante aquella escena. Sentía verdadero horror. Quería huir de allí. Y el ascensor no se movía. De repente, se hizo el silencio.
Estaba tan aterrorizado que todos mis músculos se paralizaron. En ese momento, el ser surgió del pasillo oscuro, arrastrándose con una velocidad insólita. Venía hacia mí, mientras gruñía, jadeaba y chillaba como ninguna criatura conocida. Apreté repetidamente el botón del quinto piso, con pulso tembloroso, mientras el miedo me hacía llorar y la criatura se aproximaba rápidamente. Cuando estaba a punto de entrar en el ascensor, le tire una patada, lo que le hizo retroceder atemorizado, sin que apartase la vista de mis ojos en ningún momento.
En ese instante, las puertas se cerraron y el ascensor comenzó a subir.
Fijé la vista en el indicador luminoso: los dos guiones parpadeantes dieron paso a un -1, luego a un 0, un 1, y asi sucesivamente. Algo más calmado, me miré en el espejo y fui consciente de mi aspecto. Mi rostro estaba cubierto de una mezcla de baba y mucosa sangrienta, mezclada con mis propias lágrimas. Cuando quise pasar costado de la mano por mi frente, descubrí que mis ensangrentadas palmas estaban llenas de cristales rotos, y comencé a sentir su dolor; minutos antes, en aquel segundo sótano, el miedo no me había permitido ser consciente de cómo se habían clavado en mi piel.
Llegué a casa y entré corriendo al baño. Los recientes recuerdos de todo lo que había ocurrido allí abajo se agolparon en mi mente, y no pude evitar arrodillarme ante el escusado y vomitar la cena. Me di un baño más largo de lo habitual, aún invadido por el asco, curé las heridas de mis manos, y esperé a que llegase el día, incapaz de dormir.
A la mañana siguiente, cuando la luz del día se llevó todos mis miedos, llamé a un amigo que vivía en uno de los edificios cercanos.
Dicho edificio era similar al mío: construido en la misma época, con la misma planta, y con un ascensor exactamente similar. Tras contarle la historia y soportar sus burlas, me aseguró que haría la prueba en su ascensor, y que me llamaría para contarme qué había ocurrido en su caso.
Esperé su llamada ansiosoy, a los pocos minutos, sonó el teléfono. Era él, y su voz sonaba entrecortada y temblorosa. Bajo su casa también había un segundo sótano, húmedo y maloliente. Sin embargo, él no se había atrevido a adentrarse, y no tenía intención de hacerlo.
“No pienso volver a tomar ese ascensor en mi puta vida.” Eso fue lo que me dijo.
Y la verdad es que su opinión coincidía completamente con la mia.
A pesar de nuestros temores, nos decidimos a investigar sobre el asunto. Así, dimos con el que fue por aquel entonces presidente de la constructora encargada de levantar los edificios; hoy en día un anciano con un pie en el cementerio. Tras varias reticencias, nos explicó el por qué de aquellos sótanos secretos: en 1966, la recién inaugurada central nuclear de Zorita, en Guadalajara, había sufrido una grave fuga en uno de sus reactores, provocando una nube radiactiva que se extendió por los pueblos de los alrededores.
El régimen fresquista no podía permitir que la opinión pública tuviese noticia de un fallo en su primera instalación nuclear, por lo que contactó con las parejas jóvenes del lugar, ofreciéndoles trasladarse a Madrid, a los edificios en los que mi amigo y yo vivíamos, pues a pocos metros se encontraba un hospital que podría seguir la evolución de dichas parejas y los hijos que pudiesen tener en el futuro. Para disimular aún más la situación, vendieron algunas de las viviendas a gente corriente que no tenía nada que ver con el incidente (como mis padres, o los padres de mi amigo, por ejemplo).
Sin embargo, la intención del régimen era muy distinta: conocedores de las secuelas que la nube radiactiva tendría en esta gente, vigilaron cada nuevo embarazo que se produjo entre ellos, supervisando su evolución y haciendo “desaparecer” a todos aquellos recién nacidos que sufriesen graves malformaciones.
Aprovechaban la tranquilidad de la noche, para, haciéndose pasar por encargados de mudanzas, llevar a los bebés a su nuevo “hogar”. Aquellos sótanos, por otra parte, eran el lugar perfecto para realizar investigaciones sobre los niños, pues nadie sabía de su existencia.
El propio mecanismo de los ascensores se había mantenido en secreto, recayendo la tarea de llevar a cabo revisiones y reparaciones entre técnicos elegidos por el propio régimen; y una trampilla que sólo se abría cuando el ascensor sobrepasaba el garaje, ocultaba el segundo sótano a quien hubiese podido asomarse al hueco.
Sin embargo, tras la muerte del dictador Francisco Franco, se canceló aquel proyecto.
Tratando de arrojar tierra sobre el asunto, los sujetos en experimentación fueron sacrificados, y toda documentación relativa al proyecto fue destruida. Casi todos los cabos quedaron atados.
-¿Cómo que casi todos los cabos? Preguntamos mi amigo y yo a aquel hombre.
-Sí -dijo él-. Resulta que, una vez, aprovechando el revuelo de los últimos días, mientras todo el mundo corría arriba y abajo tratando de hacer desaparecer pruebas y evidencias, uno de los niños desapareció sin dejar rastro, y nadie más volvió a saber de él.
Mi amigo y yo nos miramos, aterrados. Nos despedimos del viejo y volvimos a nuestras casas.
Y desde entonces, no he vuelto a subirme a un ascensor. Y, por si a alguien le interesa, vendo mi casa. Es un quinto piso, muy luminoso. Y, además, tiene ascensor y garaje.
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2023.10.18 00:35 ANY_509 El gamer experto en videojuegos:

Es una cagada, el juego me parece una completa basura. Los que lo hicieron probablemente sean unos niños downs que sus padres los violan y los cagan a palo todo el dia y por eso tienen esos problemas de desarrollo neurológicos. Ojala se vayan a chupar una verga y se vayan a la putisima madre que los parió desgraciados de mierda comevergas y ojala su tia sea violada por diesmillones de negros porque les gusta la pija y encima su madre la cagan a palos todo el dia porque es una negra ESTÚPIDA QUE NO SIRVE PARA NADA Y su abuela se chupa todas las vergas del mundo porque solo para eso sirve y tu padre seguro es un TRANSEXUAL HOMOSEXUAL MARICON DE MIERDA y tu abuela una prostituta que se vende a 3 pesos en la calle y ojala se mueran todos tus familiares por gonorrea y todas las infecciones y tu tia me la cogi porque todas las mujeres, bueno, y los hombres tambien, son todos unos PUTOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOS Tambien se me olvidaba decir que todos los niños en tu familia tienen aspiraciones a dejar de estudiar y ser maricones porque solo para eso sirven y ojala toda tu familia sea violada por monos de albania hijo de tu putyisiima madre y chupame bien las bolas hijo de una zorra ESTUPIDA, por otra parte SON UNOS HIJOS DE REMIL PUTA TRANSEXUALES DE MIERDA LA RECONCHA DE SU MADRE PUTOOOOOOOS MARICONE
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2023.10.15 20:59 aifedmundo008 no se

Escúchame una cosa pedazo de hijo de las remil putas y la recalcada concha de tu renegrida puta madre, hijo de una cañonada de vergas sifilíticas, aborto de la naturaleza porque no te buscas una mujer que no tenga una relación culo roto malparido, la puta madre que te recontra remil pario, metete tus intenciones en el medio del orto y utilízalas de consolador, adicto a la verga ¿por qué no venís y te robas esta?, la concha de tu puta madre no servis ni para vivir puto gasto de aire inútil, capricho de la malformación humana y la concha afligida de tu puta hermana la trola mama huevo de dos pesos que no sirve ni para coger como vos pedazo de animal, imbécil, trolo que te sientas en una pija por un paquete de doritos, prostituta barata, a vos te hicieron por no botar la leche, malculiado de mierda, hacete coger por un zoológico y pedile ayuda a tarzan, viola chiguagas, pajero compulsivo, chupa pijas, porongas, nabos, chotas, ñorongos, penes, vergas duras, blandas y semiblandas, cualquiera te viene bien puta relajada recipiente a estallar de semen, ¿sabes qué? chúpame la pija, hijo de la puta rebarata de tu imbécil e idiota madre, violado, imbécil, mama huevo, animal, bastardo, idiota, pedazo de mierda inerte, espero que te pudras en el infierno sorete, ¡QUE TE VIOLE UNA MANADA DE CERDOS MUGROSOS O QUE YO MISMO SEA EL QUE TE CAGUE A PATADAS HIJO DE LA RECONCHA DE TU REDOBLE HIJA DE PUTA DE PUTA DE TU MADRE! Si te llega esto a vos, pedazo de pelotudo imbécil, espero que no pienses que no te tengo rencor, porque de hecho si lo tengo y bastante cabeza de huevo.
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2023.10.04 17:21 Zideal_Oil3505 No sé si necesito consejos o solo desahogarme de la peor relación que he estado

Necesito desahogarme esto. Yo, mujer, entre en una situación romántica con un chico que solía ser un amigo no cercano. Él y yo nos reunimos para tomar una cerveza después de 4 años de habernos visto. Nos emborrachamos y tuvimos sexo toda la noche. Como vivía en una ciudad diferente, lo tomé como algo casual. Pero empezó a llamarme y escribirme todos los días siempre muy atento y carisñoso. Empecé a visitar su ciudad (mi antigua ciudad) muy seguido y pasamos todo el fin de semana en nuestra burbuja que era su departamento. Nada importaba cuando estábamos juntos. Pasaron un par de meses y tuve la oportunidad de trabajar en Home Office. Me animó a tomarlo ya que significaría que estaríamos más cerca y además agregó los beneficios de no vivir en una ciudad tan grande y estar más cerca de mi familia, creí que lo que quería era que estuviéramos juntos. Hablamos de tener una relación formal, pero él dijo que acababa de terminar su última relación y que no estaba listo para tener otra. Le dije que a mi también me habían lastimado recientemente y que preferiría ver adónde nos llevaban las cosas, pero que eventualmente quería una relación y un compromiso. También le hablé de la posibilidad de una relación abierta. Me dijo que sufría de depresión, algo que me hizo querer estar aún más cerca para apoyarlo.
Pasaron un par de meses más y me enteré que estaba embarazada, me sorprendí porque pensé que tenía una condición médica que me impedía quedar embarazada. Le dije que no podía tenerlo ya que existía la posibilidad de que el bebé naciera mal y yo no estaba en posición económica para tener uno. Él me apoyó si decidía no tenerlo. Supongo que estaba en mis cartas no tenerlo ya que días después sufrí un aborto espontáneo. Parecía solidario o, ahora que lo pienso, tal vez aliviado.
Pasaron los meses y sabía que él estaba saliendo con otras mujeres pero no le presté atención ya que yo era la "chica principal". Me presentaba a sus amigos, a su familia, pasábamos todo el fin de semana juntos y no usaba su teléfono cuando estaba conmigo. Éramos un gran equipo cuando estábamos juntos y parecía que él estaba mejorando de su depresión, excepto cuando bebía y decía cosas muy tristes sobre sí mismo y que no podía amar a nadie, estas cosas me dolían, pero pensaba que era el alcohol hablando. Tuvimos una breve separación después de 8 meses debido a que él no podía comprometerse, pero salí en citas y me encontré con lo que pensé que eran peores tipos que él, así que volví corriendo a sus brazos. Mi reacción inicial fue que seríamos amigos y si pasaba algo tenía que verlo como algo casual, pero ya estaba muy involucrada en mis sentimientos anteriores por él. Estuvimos así unos meses más y descubrí algunos mensajes horribles para otras chicas con las que no solo tenía relaciones sexuales sino que tenía una relación completa con ellas, así como mensajes con prostitutas. No quería confrontarlo porque no quería que supiera que miré su teléfono, pero era tan obvio que encontré un arete en su casa y cuando lo confronté, simplemente dijo que ya sabía cómo era su situacion. Me quedé (lo sé, estúpido, ¿verdad?) y comencé a planificar mi estrategia de salida, pasar menos tiempo y empezar a ver a otros chicos. Pero luego empezó a ser diferente, dijo que quería cambiar y una vez que se emborrachó me envió una nota de voz diciéndome que me amaba. Caí con eso porque era la primera vez que decía esas palabras. Pensé que realmente lo decía en serio. Lo vi cada vez mejor consigo mismo, quería salir más, ver a sus amigos y cosas así. Pasaba más que solo los fines de semana en su casa. Pero luego, me dijo que necesitaba tiempo, se enteró de lo que su ex decía sobre él y se sintió muy mal por todo el daño que había causado, por lo que necesitaba tiempo para sanar. Supe desde ese momento que iba a romper conmigo. Estaba muy triste, pensé que finalmente había mejorado con mi apoyo pero al mismo tiempo pensé que esta vez podría superarlo. Pasaron dos semanas tratando enfocarme en mi misma pero todavía lo extrañaba porque era la persona con la que compartía todo. Hoy vi algo que me rompió, vi su foto de perfil con otra chica, llevaba año y medio con él y ni siquiera me compartía en sus historias. Estaba furiosa por eso. Lo contacté y le dije que me prometió que no habíamos terminado por culpa de otra persona. Juró que no y que el pobrecito pasó dos semanas muy duras solo. Simplemente me quebré, no soy una persona tóxica pero hoy me puse muy mal y le mandé mensajes muy fuertes. Dijo que sí me queria pero nunca de una manera romántica, pero que esperaba no perderme como amiga. Le dije que lo odiaba y que deseaba no haberlo conocido nunca. Me bloqueó en todo porque fui demasiado irracional y acepto que yo tuve responsabilidad un haber permanecido en esta relación y no hacer algo cuando empecé a ver los focos rojos. Simplemente no puedo permitir que él no asuma ninguna responsabilidad por el dolor que me hizo pasar. Por un lado, me alegro de que esta persona tóxica no esté en mi vida. Pero por otra parte me duele cuánto invertí en esto, cómo fui la mejor persona que pude ser , cuánto lo apoyé y él nunca cambió. Y ahora que tiene a alguien más por quien está cambiando, terminó todas las cosas que tenía con otras personas y parece que está entrando en una veedadera relación. Realmente siento que el mundo se me vino encima y no le deseo nada más que lo peor. Pensé en tener una pequeña venganza, pero esa no soy yo. Sólo quiero que este dolor interior se detenga. Realmente necesitaba desahogarme e incluso no describí de todas las cosas que hizo, principalmente porque no quiero parecer más estúpida de lo que ya me siento.
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